Pocas cosas contienen más burocracia como un terrón. No digamos ya una retama. Y si lo ue emerge en el antaño labrantío y ahora yermo terruño es un plantón de un chaparro ya pueden ustedes ir investigando legislación hasta llegar al mismísimo Código de Hamurabi. Sobre el campo español y las labores agropecuarias han caído como una plaga bíblica tal cantidad de leyes, decretos, disposiciones, normas, reglas y reglamento que hoy antes de subirse al tractor hay que sacarse antes el doctorado en Derecho. Resulta verdaderamente sorprendente, pues, ver lo que nuestros campesinos saben de leyes y legislaciones. Vamos que en vez de hablar del tiempo y de si va a llover, que es de lo que han hablado toda la vida de Dios, ahora de lo que hablan es de directivas europeas. A la fuerza ahorcan.
Leyes de Bruselas, leyes nacionales, leyes autonómicas, lo que diga la diputación y lo que marque el ayuntamiento. Cinco administraciones metiendo baza y en muchas ocasiones liándola parda con diferencias de criterio y hasta flagrantes contradicciones. Y debajo de la pirámide el labrador , el terrón, el surco, la retama y la reguera. Pobres. Luego están quienes la administración ha puesto sobre el asunto. Y esa es otra. Los hay, mayoría por fortuna, que entienden que su misión es de ayuda, de colaboración, e servicio al hombre del campo. Son necesarios, imprescindibles en ocasiones y por ahí habrían de ser guiados. Pero hay otros, sea por las directrices de sus mandos políticos o por sus propias actitudes y carácter, que se han investido de algo así como cheriff de Nottingan y que consideran que en realidad aquello, les pertenece y que labradores y ganaderos, y ya no digamos apestados pescadores o cazadores son unos intrusos letales y nocivos que es necesario expulsar cuanto antes para que se retorne al Paraíso Terrenal impoluto de corruptos y contaminantes humanos, excepto ellos, claro, los ángeles guardianes.
La humildad es esencial cuando ante la tierra estamos. Por parte de todos. Más de los rcien llegados. Un respeto a los que llevan allí generaciones incontables y milenios. Algo sabrán, digo yo, al respecto. Además de leyes