Les contaba el otro día que había visto pasar las primeras grullas rumbo al norte. Acaba una semana extremadamente fatigosa para mi. No tengo ganas ni fuerzas para ponerme a escribir sobre cualquiera de los cansinos avatares politicos. Asi que he rescatado este texto de «La mirada del lobo» , una de las estampas que separan los capítulos. En el , las grullas bajaban con el invierno tras ellas.
LAS GRULLAS
El lobo y el hombre las oyeron pasar bajo las estrellas. Los dos las habían sentido anteriormente en el cielo -a las grullas siempre se las oye primero y luego se las intenta descubrir en el cielo- cuando los robles comenzaban a perder las hojas y el bosque se empapó de humedad . Habían atravesado en grandes bandadas siempre en la misma dirección, por encima de los llanos en alto de los montes sobre el Tallar, y ninguno de los dos había podido dejar de seguirlas con la vista hasta que sus clamores y sus siluetas se perdieron en el horizonte.
Esta noche su vuelo y su voz tenían un sonido diferente. Porque estas grullas que bajaban cuando el aire de la noche, de un día que había amanecido soleado y tibio, se estaba tornado gélido a cada ráfaga, presagiaban el más duro invierno. La noche cristalina estaba comenzando a destilar el hielo por la punta de cada una de sus estrellas. El joven de Tari y el lobato de El Tallar intentaron vanamente distinguir las siluetas de los grandes pájaros viajeros surcando el cielo con estrellas, pero sin luna. No pudieron verlas.
Al día siguiente,, con el cielo ya encapotado, si pudieron observar sus formaciones. Volaban raudas, una bandada sucedía a otra y algún ave rezagada se afanaba en trompeteos y clamores para enlazar con cualquiera de las uves dibujadas por sus compañeras . Venían traspasando la Sierra para avanzar veloces hacía el sur. Barruntaban la tormenta, presentían el frío de las tierras polares que las vieron nacen, y el ritmo de sus poderosas alas era enérgico y continuo. Traían detrás la nieve. Venía a sus alcances y perseguidas por ella pasaron a centenares durante toda la mañana. Las grullas dejaron de pasar cuando, cada vez más cenizosas, las nubes comenzaron a arremolinarse sobre El Tallar y sobre Tari .
La ventisca, anunciada por las grullas, se desató con las primeras sombras. Primero blancas y duras semillas de hielo repiquetearon en los árboles, los arbustos, la cabaña y la tierra. Luego copos furiosos trizaron el espacio nocturno. Después la cellisca se agitó y silbó durante toda la noche con los ventisqueros corriendo la nieve hasta amontonarla en los terraplenes. El amanecer trajo el albo paisaje que las grullas, hijas del norte, habían anunciado. El lobo Blanquino corrió alegre por el llano en alto sintiendo la nieve crujir bajo sus patas. Luego se revolcó en ella y dio zarpazos a los copos que seguían cayendo El joven de Tarí miró desde la roca todo el espacio cubierto y se fijé que los árboles sin hojas estaban cuajados de estrellitas de hielo. Vio que los cazadores se apresuraban a salir y se señalaban unos a otros los rastros marcados en la nieve que delataban a sus presas. Y fue con ellos.