La Marea de Pérez Henares

23-F: cuando al miedo quedó enaltecido como prudencia

Debo ser uno de los pocos periodistas presentes en el Congreso aquel 23-F que no ha escrito un libro sobre aquello. Bueno, hubo incluso muchos que lo escribieron sin haber estado siquiera. Cada aniversario se renueva la tendencia, y en este como es redondo, 30 años han pasado ya, la gripe recordatorio es más febril que otras veces. Este año me ha sorprendido un elemento un algo novedoso. Algunos de sus protagonistas, juzgados y condenados, han concedido entrevistas para exculparse, darse la razón e incluso negar evidencias y hechos. Lo más fuerte ha sido lo del general Armada que no solo se proclama inocente sino que se atribuye el haber sido protagonista de su neutralización. No parece importar que su verdad “choque” contra todas la evidencias, hechos y sentencias.

Pero hay otra verdad, instalada en este caso en la cultura colectiva, asumida por todos y por todos alardeada que a uno en su humildad le ha parecido siempre una de nuestras peores aunque más piadosas mentiras. Y esa es la tantas veces enaltecida “prudencia” del pueblo y la sociedad española. Pues bueno, quede así para la posteridad. Pero aquello fue miedo. A secas y por arrobas.

El golpe me pilló en la tribuna de prensa del Congreso. Con dos credenciales, una en la solapa en la que ponía Jefe de Prensa del Grupo Parlamentario PCE-PSUC y otra en el bolsillo, el carné del Diario Guadalajara, que entregué en algún momento a mi jefe y amigo Enrique Curiel, secretario a la sazón del grupo comunista, presente también en la tribuna. Desde luego la que llevaba en la solapa no era la mejor recomendación aquel día.

Estaba al lado de Rafael Luis Díaz de la Cadena SER. Recuerda y ha comentado Rafa que fui yo quien le avisó del primer tiro y mi voz se entremezcla en momentos con la suya cuando Tejero entra en el hemiciclo. Yo recuerdo muy bien como el dejó el micrófono abierto en el suelo cuando un guardia civil dijo aquello de “apaga eso o te mato” dirigido al cámara de TVE y a todos en general. El de TVE, con todo el cuajo, oscureció simplemente el visor y por ello tenemos imágenes hasta que el cabo Pachi se dio cuenta mucho después de la jugada y de un golpe hizo girar la cámara que queda apuntado a uno sentado en el suelo y su credencial, la mía. El micrófono de la SER permaneció abierto la noche entera.

Está todo contado de los tiros, los rebotes de bala, uno no le dio a Susana Olmo de milagro, y lo sucedido abajo en el hemiciclo. Cuando los diputados y Gobierno comenzaron a incorporarse (tan solo tres, Suarez, Gutierrez Mellado y Carrillo no se habían tirado al suelo) miré hacía el escaño de mi amigo Luis De Grandes y vi que estaba bien. Su suegro, recientemente fallecido, fue el general Félix Alcalá Galiano, entonces coronel de la Policía Nacional, leal a la Democracia, que cercó a los sublevados y que entro en el Congreso con una orden de Gaberias hacia Tejero “Matalo”. Casi lo matan a el, al descubrir que llevaba una pistola. No quiso contar en el juicio –cosas de militares- quien le puso un Z-70 en el cuello y no lo voy a contar yo ahora.

Si que, en cuanto pude, me escabullí de la tribuna, conocía muy bien los vericuetos del viejo edificio, escondí la credencial debajo de una alfombra (la recuperé al día siguiente entre algunas risas) y diversos pasillos y despachos. Llame hasta por teléfono al comité central del Partido, ante el terror de una secretaria de UCD. En el PCE la gente, curtida en la clandestinidad, fue la única que reaccionó y se mantuvo en su sitio. Se convocó Huelga General. Pero nadie estaba para resistencias. En el resto de las organizaciones y la ciudadanía en general no es fueran prudentes es que fueron presas del miedo. Se cerraron sedes a cal y canto y la gente se quitó de enemigo. Con toda razón si quieren, claro. No lo censuro, pero así fue y de ninguna otra manera. Lo que hubo fue el acojone mas extendido y generalizado. A ello se le empezó, ya digo, a elogiar de inmediato como enorme prudencia y otras gaitas. Pero era canguelo.

Intentar camuflar la historia, ha reflejado y refleja hoy los tiempos que vivimos. Es más, el golpe quizá no tuvo mayor recorrido y murió aquella misma noche por la propia obcecación de Tejero. Cuando Armada fue al Parlamento con un gobierno de concentración , presidido por él pero donde estaban socialistas (Gonzalez, Mugica, Peces-Barba, Solana) , comunistas (Tamames y Solé Tura) y hasta Luis Maria Ansón, el teniente coronel se cerró en banda y se negó en redondo a dejarle hablar a los diputados. El no había asaltado el Congreso para ese enjuague. Lo suyo era franquismo y odio a los partidos políticos. Pero si el general Armada hubiera logrado presentar su plan y su gobierno a los diputados secuestrados. ¿Creen ustedes que no lo habrían votado? . Esa era fue la pregunta que le hizo Sabino Fernández Campos, el ayudante del Rey, cuando le autorizó a ir al Parlamento. Y es la que nadie quiere responder. Desde luego algunos no hubieran tragado. Desde luego el presidente Suárez no. Pero, y es humano, bajo las metralletas, ¿seguro que la mayoría no lo hubiera votado?.

En la calle, cuando a las 21,30 me expulsaron del Congreso, encontré ese mismo miedo. Se había convocado a las militancia a acudir, pero fueron bastante pocos y todos del mismo sitio los que se atrevieron a salir a la calle. El pueblo, desde luego, no acudió al Parlamento a defender la democracia. Ni se acercó, vamos. El miedo se extendió como una mancha de aceite, aunque si es justo reconocer que parte de la prensa si se mantuvo en su puesto. Los editoriales de El Pais y de Diario-16 contra el golpe lo prueban. Una vez que el fracaso del golpe fue evidente, y lo fue por obra y gracia del Rey (y la prueba del nueve es que si se pone de ese lado o simplemente al bies, el golpe hubiera triunfado) ya fue otra cosa. Cambio todo y cambio la historia. Para bien.

Pero cuando a los cuatro días me toco dirigir parte del servicio de orden de la gigantesca manifestación que recorrió las calles de Madrid en repulsa al golpe y en apoyo a la libertad una insistente pregunta no dejo de martillearme la cabeza. La compartí, mientras desde una habitación estratégicamente situada de el Palace, veía a Victoria Prego leer el comunicado conjunto, con un oficial del CESID. “ ¿Cuántos de aquella multitud no hubieran estado presentes también en la “otra”, en la de signo totalmente contrario, si hubiera llegado a triunfar el golpe»?.

Quizás aquel día yo también perdí la ingenuidad que dicen que perdió nuestra entonces naciente democracia.

P.D. Antonio II: como ves he atendido en parte tu sugerencia y animo aquí a los contertulios a expresarse y contar, donde estaba aquel día y cuales fueron sus sensaciones


P.D. Refresco esta entrada en el aniversario del día de autos que conmomoraré de una curiosa manera. Comiendo en La Hoja (La asturiana Fueya) con mi amigo Paco Rodriguez que tuvo la «ocurrencia» de abrir su restaurante precisamente aquel 23-F de hace 30 años y luego iré al Congreso y a la tribuna de prensa. Confio en que se sepa en este nuevo intento ser más prudente en expresiones sobre un hecho tan grave y sensible.

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Autor

Antonio Pérez Henares

Ejerce el periodismo desde los 18 años, cuando se incorporó al diario Pueblo. Ha trabajado después en publicaciones como Mundo Obrero, Tiempo, El Globo o medios radiofónicos como la cadena SER. En 1989 entró al equipo directivo del semanario Tribuna, del que fue director entre 1996 y 1999. De 2000 a 2007 coordinó las ediciones especiales del diario La Razón, de donde pasó al grupo Negocio, que dirigió hasta enero de 2012. Tras ello pasó a ocupar el puesto de director de publicaciones de PROMECAL, editora de más de una docena de periódicos autonómicos de Castilla y León y Castilla-La Mancha.

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