La Marea de Pérez Henares

A las grullas siempre se las oye primero

Ahora, ya han acabado de criar en la tundra ártica. Cuando sus pollos volanderos estén ya fuertes regresaran a invernar en España. Para octubre sus bandadas cruzarán yanuestros cielos. A las grullas siempre se las oye primero. Luego, para verlas, hay que buscarlas más allá de sus morados clamores. El pasado año gran bandada que bajaba desde su estación de descanso en la laguna de Gallocanta(Teruel) sobrevoló el rio Henares, o encima de la Muela de Alarilla. Venían altas, muy altas, casi bajo la misma panza de las nubes y muy por encima de parapentes y alas delta con los que por allí juegan a ser pájaros los humanos. Las aves, al toparse con aquellos extraños artilugios con hombre cargado que pretendían imitarlas, rompieron sorprendidas su clásica formación en V, se arremolinaron en un círculo y celebraron, con un arrebatado clamoreo, conciliábulo sobre el pico del Colmillo. Giraron un buen rato sobre el vértice del cerro y debieron concluir que aquellos “pájaros” con los que tropezaban no eran de su especie ni respondían a sus voces ni se les notaban buenas trazas volanderas, así que tras un nuevo trompeo rehicieron su escuadra y reemprendieron su ruta rio abajo. Un sol, con luz de tormenta, que se colaba desde el poniente por debajo de sus nubarrones negros, les sacó destellos en las plumas. Y cuando se perdieron lejos de los ojos aún siguieron sonando por el horizonte largo rato sus gritos.

Las grullas siguieron pasando todo el otoño, las últimas traían ya la nieve, de la que venían huyendo desde su Norte nativo, en la cola. Esa noche su vuelo y su voz tenía un sonido diferente. Porque estas grullas que bajaban cuando el aire de la noche, de un día que había amanecido soleado y tibio, se estaba tornado gélido a cada ráfaga, presagiaban el más duro invierno. La noche cristalina estaba comenzando a destilar el hielo por la punta de cada una de sus estrellas. Las siluetas de los grandes pájaros viajeros surcaban el cielo oscuro, sin luna. Al día siguiente, con el cielo ya encapotado, siguieron pasando sus formaciones. Volaban raudas, una bandada sucedía a otra y algún ave rezagada se afanaba en trompeteos y clamores para enlazar con cualquiera de las uves dibujadas por sus compañeras . Venían traspasando la Sierra para avanzar veloces hacía el sur. Barruntaban la tormenta, presentían el frío de las tierras polares que las vieron nacen, y el ritmo de sus poderosas alas era enérgico y continuo. Traían detrás la nieve. Venía a sus alcances y perseguidas por ella pasaron a centenares durante toda la mañana. Las grullas dejaron de pasar cuando, cada vez más cenizosas, las nubes comenzaron a arremolinarse sobre el horizonte y no tardaron en caer los primeros copos.

Ellas y otras muchas llegaron como cada año a las dehesas de Castilla-Mancha, han recuperado recientemente el entorno del resucitado parque Nacional de las tablas de Daimiel (Ciudad Real), de Extremadura y de todo el suroeste peninsular. Allí pasarán la invernada, seguras y protegidas. Nadie levantara trampa ni arma contra ellas, gozan de respeto y admiración generales. Ni siquiera un cetrero que quiera rememorar la Edad Media cuando eran la pieza más codiciada y el más difícil reto de los mejores halcones peregrinos en vuelo de altanería. Ni siquiera se “volverá un canto“, mágica fórmula que según la leyenda campesina hace que pierdan el rumbo y bajen a tierra.
En esas tierras nuestras pasan el invierno, pero en cuanto los fríos comienzan a aflojar reemprenden el camino a su hogar nativo donde crearan sus polluelos en plena tundra. El nuevo paso comienza ya en febrero y una vez más Gallocanta es un lugar de encuentro, aterrizaje y reposo antes de lanzarse a la gran singladura rumbo al ártico. En un día claro y limpio de febrero vi desde la sierra de Altomira (Cuenca) una de las más inmensas bandadas que he podido contemplar. Venían remontando el Tajo a centenares. Pero fue aquella tarde luminosa donde me dejaron prendido para siempre esperando su regreso. Un pequeño grupo de menos de cincuenta aves cruzaban sobre mi observatorio cuando de pronto giraron sin causa aparente y comenzaron a volar en círculo, con despacio. A poco comprendí su la causa. Tras ellas, sola y angustiada, una compañera emitía continuos y desesperados gritos de llamada. Volaba aislada y hubiera quedado irremediablemente perdida si no la hubieran esperado. Pero lo hicieron y fue un vocinglero encuentro en el azul cuando el gran pájaro perdido se reintegro a la formación que hace menos penoso cortar el aire en el vuelo. Sonaron entonces diferentes sus clamoreos en lo alto, como una canción de marcha por los cielos, se alegró la tarde entera y el corazón del hombre que miraba.

Ficha
Grulla común (Grus grus)
Gran ave migratoria, alcanza más de un metro de altura y los dos de envergadura de alas. Cría en Escandinavia y norte de Europa, en la tundra. Invernante en España donde comienza a llegar en la segunda quincena de octubre para dirigirse mayoritariamente al sur y suroeste de la Península Ibérica. Gusta de lugares próximos a lagos y lagunas y de las grandes dehesas. Allí pasa la temporada fría para, incluso antes de comenzar la primavera, dirigirse de nuevo a su Norte nativo. La laguna de Gallocanta (Teruel) se ha convertido en su lugar de máxima concentración y “estación de tránsito” en sus largas singladuras. En algunas ocasiones ha llegado a criar en España. Las últimas ocasiones datadas fueron en los años 1952 y 54 en la ahora desecada laguna de La Janda (Cadiz). Omnívora se alimenta de vegetales, semillas, tubérculos, bulbos, rizomas y frutos, así como de insectos, pececillos y anfibios. A finales de los años 80 la población invernante estimada en nuestro país fue de 45.000 ejemplares. Los últimos conteos actuales han llevado la cifra hasta alcanzar los 100.000 individuos.

Dónde y como ver grullas en España

Las grullas son aves relativamente fáciles de observar debido a su gran tamaño, los potentes sonidos que emiten y su comportamiento gregario y sus desplazamientos en grandes bandos ya sean en sus largos viajes migratorios o en sus movimientos diarios entre el dormidero y las zonas de alimentación. Resulta útil conocer sus querencias y hábitos: Duermen en zonas húmedas, como lagunas y orillas de embalses, y se alimentan en los prados, cultivos y dehesas. Los mejores momentos para observar a las grullas son, indudablemente, el amanecer y el atardecer, cuando dejan el dormidero o regresan a él, con gran algarabía de cientos de gargantas sonando al unísono. Es my importante mantenerse alejado del punto en el que descansan las aves para no molestarlas
A lo largo de sus rutas migratorias suelen hacer paradas de descanso en puntos concretos, como el embalse de la Sotonera y las Saladas de Alcañiz, en Huesca y Teruel respectivamente, las salinas de Villafáfila en Zamora, o las lagunas de Puebla de. Beleña en Guadalajara. El caso más espectacular es el de la laguna de Gallocanta, en Teruel, que, además, se ha convertido en estos últimos años en una de las localidades de invernada más frecuentadas. La laguna cuenta con varios observatorios en puntos estratégicos del humedal. Desde la Ermita del Buen Acuerdo se tienen unas espectaculares vistas de la entrada y salida de las aves del dormidero.
Las principales áreas de invernada de la grulla común se distribuyen entre Extremadura y Andalucía occidental, con puntos destacados también en ambas Castillas y en el sur de Portugal. Se estima que aproximadamente el 70% de las grullas que invernan en la península lo hacen en los llanos y dehesas extremeñas, donde encuentran abundante alimento y donde utilizan las orillas de muchos embalses como refugio y dormidero. Por ello son lugares propicios para su observación los pantanos de Gabriel y Galán, Borbollón, Valdecañas, Rosarito, Talaván, Valdesalor, Orellana y García de Sola que acogen dormideros de grullas en sus orillas e islas, mientras que las dehesas, como las que rodean el Parque Nacional de Monfragüe, les sirven de lugar de alimentación.
En Andalucía occidental las grullas se reparten entre humedales emblemáticos como Fuentedepiedra, La Janda o las marismas de Doñana, aunque su mayor concentración se registra en el Alto Guadiato y el Valle de los Pedroches, en la provincia de Córdoba.
En Castilla y León las grullas establecen importantes dormideros en la Laguna de El Oso en Ávila y en el embalse de Santa Teresa, en Salamanca.
En Castilla-La Mancha se pueden observar grullas invernantes en varios humedales como las lagunas de Alcázar de San Juan, Quero, el complejo palustre de Pedro Muñoz-Manjavacas, así como el valle de Alcudia y los parques nacionales de Cabañeros y de las Tablas de Daimiel.

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Autor

Antonio Pérez Henares

Ejerce el periodismo desde los 18 años, cuando se incorporó al diario Pueblo. Ha trabajado después en publicaciones como Mundo Obrero, Tiempo, El Globo o medios radiofónicos como la cadena SER. En 1989 entró al equipo directivo del semanario Tribuna, del que fue director entre 1996 y 1999. De 2000 a 2007 coordinó las ediciones especiales del diario La Razón, de donde pasó al grupo Negocio, que dirigió hasta enero de 2012. Tras ello pasó a ocupar el puesto de director de publicaciones de PROMECAL, editora de más de una docena de periódicos autonómicos de Castilla y León y Castilla-La Mancha.

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