La diferencia con un mitin es que en el Parlamento el rival te replica. Y la otra para los socialistas es que si estás en la oposición es el Gobierno y los populares quienes tienen la última palabra. Algunos nuevos, que son pocos, no están todavía muy hechos a lo primero y bastantes, la mayoría, a lo que todavía no se acaban de acostumbrar a lo segundo.
Rubalcaba lleva tanto en esto que ni siquiera se estrena como oposición aunque sus mayores y más recientes recuerdos y hábitos son de poder. En su estreno, en esto si es nuevo en algo, como líder del PSOE y de la oposición, el lastre se le ha notado. Rajoy es también perro viejo regresado ahora al poder pero curtido por ocho años de minoría. Los dos tienen pillada la técnica parlamentaria pero las elecciones no pasan en balde y pasan también factura. A Rubalcaba en su primer embroque con el presidente se le notó. El líder del PP siempre ha sido un buen parlamentario y lo es mejor desde el banco azul que desde los escaños del perdedor. Al nuevo secretario general socialista se le daba mejor la salida por ironía que la entrada a matar. Además le duele la evidencia que pesa como plomo y penderá sobré el como una espada y peor recordatorio. Este profundo hoyo en el que estamos lo dejaron ellos excavado prácticamente anteayer. Deberá pasar tiempo y es muy pronto para el olvido de la evidencia. En la sesión inaugural de control, preludiada por la comparencia para explicar la reunión en Europa, Rajoy salió sin un rasguño y hasta se adorno al rematar las tandas. El porvenir de más paro, sudores y angustias no le es en absoluto achacable. Le será si sus soluciones fracasan y sus recetas no detienen la hemorragia ni la enfermedad.
Pero además tiene, y bien afilados, dos sables dialécticos. Uno es nuevo en esta plaza, aunque suficientemente bregado en otras, Alberto Ruiz Gallardon no tembló ante una batería buscándole contradicciones con el matromonio y el nervio quien se lo traía puesto una joven diputada socialista que tremola al hablar. La otra tiene reputado cartel, desde que empezó no hace tanto de novillero y se doctoró en dos corridas como maestra. Es “la fiera de mi niña”, la vicepresidenta Soraya Saenz de Santamaría , que dio cuenta en la legislatura anterior de dos antecesoras en el cargo, retiradas ya del ruedo, Maria Teresa Fernandez de la Vega, a la que ponía literalmente de los pelos, y Elena Salgado, a la que dejó echa un silbido pastoril. Ayer le dio un último repaso a titulo póstumo a José Ramón Alonso: “Hemos hecho más en siete semanas que se atrevieron a hacer ustedes en siete años”. Ni le hizo falta soltarle lo de la banca, que bien pudo. Los pesoes se han tirado campañas rajando contra la banca ( y sobándoles el lomo después) pero quien les ha dado el sartenazo a sus sueldos ha sido el PP. Que se lo dirá cualquier día a quien será ya su contrincante, la “otra Soraya, Rodríguez de apellido y que ayer aún no se vistió de luces.
Pero esto no ha sido ni siquiera un toro. Quedan muchas tardes, que ahora son mañanas por delante. A la oposición, por lo visto le va a costar arrancar. Se les da mejor el mitin con la parroquia entregada que este coso con los tendidos mayormente en contra. Y les va a costar saber que ahora quien dice la última palabra son los otros. Es un problema que tienen mucho los ex. Y el grupo socialista es mas que nada una congregación de ex. Cosa que recuerdan nada más mirar el banco azul y que si les olvida desde allí se lo van a recordar y restregar.
Por cierto, Rosa Diez ya sabe que de rositas no se va a ir en sus arengas. Que a su verbo se contrapone un pasado en el que era la gran aliada del nacionalismo vasco y la defensora del chollo-cupo fiscal de que disfruta Euskadi. Se lo dejaron caer, fue Rajoy, a quien parece que simpática no le cae pero para mi que harán eso si con tiento, no sea que tenga la llave de Andalucía, pero no le van a dar más de comer.
