La Marea de Pérez Henares

De la cartera del ministerio a la pancarta de la manifestación

Pero ¿existió alguna vez alguien llamado ZP?. ¿Acaso quieren decirnos ustedes que en estos últimos ocho años han sido los socialistas quienes han gobernado el país? ¿Pretenden hacernos creer que Alfredo Pérez Rubalcaba tuvo con ello algo que ver?. ¿A quien puede ocurrírsele que tenga el PSOE la más mínima responsabilidad con la ruina en que han quedado taifas y alcaldías perdidas, virreinatos casi hereditarios hasta ayer?

Hoy, el presidente José Luis Rodríguez no parece haber existido o ser poco más que una invención (que a lo mejor lo fue), ni los socialistas querer asumir como propios los hechos, acciones y consecuencias de su más que reciente paso por el poder nacional y territorial.

Los ex ministros, los ex mandatarios autonómicos, los ex consejeros, lo ex todos en todo su amplio espectro y en su intento de salir de “espectralidad” están escenificando ante la atónita sociedad española una representación teatral encaminada a que acabemos por suponer que ellos no han estado jamás al mando de este barco que dejaron naufragado, que ellos nunca marcaron ruta ni deriva, ni lo llevaron contra el arrecife terrorífico del paro, ni al abismo de la deuda y los déficit monstruosos ni a la boca de la recesión. Que ellos como muchos es que pasaban por allí.

¿ Pero quien osa ahora decir que ellos negaron una crisis, que la ningunearon después, que la dieron por superada en un pis-pas y que se fueron diciendo que lo peor había pasado y que esto era ya un pastizal de brotes verdes, de labores hechas y de trampas saldadas?. Que nadie se atreva a recordar algo tan simple como que recogieron una España floreciente, creando trabajo y riqueza y con un superavit del 2% y han entregado una ruina económica, con tres millones de empleos destruidos y de donde de aquel haber se ha pasado a un déficit del 8,51%. Entre otras cosas porque el año pasado se gastaron 91.000 millones más de euros de los que se ingresaron. Por esa “minucia”.

El PSOE ha pasado, sin dolor de corazón, sin pedir perdón alguno por sus pecados y sin mínimo animo de contrición, de la cartera del ministerio a la pancarta de la manifestación. A las ocho semanas de salir de Moncloa clamorean por plazas y calles la exigencia de la solución para el monumental atrolladero en que en ocho años metieron a esta Nación. En ocho semanas exigen ya la inmediata solución, al tiempo que proclaman que por supuesto están en posesión de receta y el bálsamo exacto para la curación. La verdad y la bondad ya es sabido que son inherentes a su sigla y a la de sus amadas parejas de baile, las cúpulas sindicales, con las que ahora quieren montar el festival.

Así que la protesta, que parte legítimamente del malestar y la angustia por la situación (el dato del paro en febrero es un clavo más en el ataúd), debería antes que contra nadie dirigirse, si fuera racional y se pensara en razón, contra los causantes inmediatos de tal destrucción. Pero se da la paradoja y el sarcasmo de que son ellos quienes pretenden encabezar el griterío contra quienes están aplicándose a intentar salir de la peliaguda y triste situación. Que lo conseguirán o no, que lo lograran en parte o fracasaran en su intento. Pero que tienen un proyecto y un plan, que han iniciado la reparación de todas las piezas dañadas del motor y que se esfuerzan en que este eche a andar. Un día es la reforma financiera, otro la laboral, el otro al pago a las empresas que boquean asfixiadas por las deudas de la administración, amparo contra los desahucios, conseguir bajar la prima de riesgo, y por tanto los intereses, a pagar a menos de 300 de diferencial, y hasta bajarle el sueldo a los banqueros que ellos pueden bajar y podar todo lo posible altos cargos y consejos de figurantes bien pagados y sin función.

Las protestas sindicales- de esas organizaciones que tanto tiempo estuvieron amancebadas con el ahora innombrable ZP y que cada vez se perciben más como parte del problema y cada vez menos de su solución- son el banderín de enganche y el clavo al que se quiere enganchar el derrotado PSOE para emerger de un hoyo en que también como organización se han metido hasta mucho más arriba del corvejón. Hasta el cuello vamos.

No soy yo quien les acuse de incitaciones a violencias ni que tengan nada que ver con incendiarios ni encapuchados. Si ellos quieren mezclarse y jalearlos, como hicieron con el muchacho valenciano de a “sangre y fuego” y forofo de Fidel y Amaiur, transformándolo en héroe nacional, será más que de nadie su problema. Y un tanto difícil ponerse luego de perfil cuando se asaltan rectorados, se acosa a alcaldesas o se intimida a ciudadanos. Ellos verán. Pero no es para arrendar ahí ganancia. Como parece que no vieron y siguen sin ver por pasadas experiencias. Y pongamos que hablo de Madrid, donde su besuqueo, enamoramiento y protección al 15-M a lo que les llevó es a todavía ir a peor. De 17 diputados de la oposición en la región, donde el PP los arrasa desde hace 20 años, tan solo ya 10 fueron suyos, mientras 4 fueron a UpyD y 3 de IU, que fueron quienes engordaron sus filas. Determinadas compañías y actitudes lo que pueden es dispersar aún más un voto en cada vez mayor diáspora y perplejidad.

Pero más allá de tales cábalas lo que hoy nos deja estupefactos y nos avisa de cual será su futuro devenir es contemplar a estos desmemoriados inmediatos pretendiendo que todos nos volvamos amnésicos y que olvidemos por completo quienes son y donde estaban hasta ayer.

(Publicado en todas las cabeceras del Grupo Promecal)

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Autor

Antonio Pérez Henares

Ejerce el periodismo desde los 18 años, cuando se incorporó al diario Pueblo. Ha trabajado después en publicaciones como Mundo Obrero, Tiempo, El Globo o medios radiofónicos como la cadena SER. En 1989 entró al equipo directivo del semanario Tribuna, del que fue director entre 1996 y 1999. De 2000 a 2007 coordinó las ediciones especiales del diario La Razón, de donde pasó al grupo Negocio, que dirigió hasta enero de 2012. Tras ello pasó a ocupar el puesto de director de publicaciones de PROMECAL, editora de más de una docena de periódicos autonómicos de Castilla y León y Castilla-La Mancha.

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