González nos volvió a poner en el mundo, Aznar nos metió en la cocina de Europa y de EE.UU y Zapatero nos convirtió en los perroflautas internacionales con sus alianzas de civilizaciones con teócratas iraníes, achuchones indigenistas con caudillos iberoamericanos y sus delirios de conjunciones planetarias. Los cuatro días de Chicago de Rajoy han servido para que nos podamos ver de nuevo en un lugar que a España le corresponde. Hemos dejado de ser, escenificado en unos gestos significativos, la reunión lacustre con Merkel, los encuentros y declaraciones de Obama, la invitación con Monti y los escarceos y puntadas con Hollande, lo que jamás puede ser una nación y menos en política y relaciones internacionales: vaporosos e ilusos perroflautas.
Lo tenemos mal aquí en casa, mal con nuestra comunidad de vecinos europeos y los caudillos iberoamericanos encuentran en nosotros el camino más fácil y abonado para su demagogia populista. Pero algo y muy importante está cambiando. En Iberoamérica se reestablece la línea de conducta que nunca debió abandonarse. España ha de estar con los avances desde lo institucional, desde la seguridad jurídica, sea cual sea el signo político, pero nunca en esas aventuras que conducen al despotismo y que anulan la democracia. Esa es la verdadera línea divisoria en preferencias: Instituciones en vez de caudillos. Felipe lo supo y lo sabe, que por allí anda mucho. Rajoy la ha retomado en Méjico, Colombia y Chile.
Pero que duda cabe que es Europa el desvelo y el anhelo. Y ahí es donde es necesario volver a jugar en la mesa central, en la de los cuatro. Donde volvemos a sentarnos y donde vuelven a darnos cartas. La reunión Merkel, Hollande, Monti y Rajoy representa antes que nada un mensaje claro. Y quizás mucho más positivo para nuestros intereses. Comienza un nuevo juego a cuatro, porque ya no van a bailar tan arrimados la pareja que marcaba el ritmo en el baile, en lo que tiene por supuesto mucho que ver el triunfo de Hollande, pero donde España, con un dirigente con sólida mayoria, tiene mucho que aportar y que pactar. Habrá quien opine que los “latinos” aislarán a Merkel y otros que Rajoy busca una alianza más bilateral con ella, que se puede aflojar la presión y que a los que demuestre austeridad y control se les abre grifo y mano. El debate del crecimiento ha comenzado. Y por una vez y tras ocho años de perroflauitismo estamos sentados en la mesa donde se reparten las cartas de la brisca. Oros, copas, espadas y bastos.