La Marea de Pérez Henares

Un ERE de politicos y asimilados

Sabemos que hay que prescindir de cosas porque estamos prescindiendo de ellas. Diría más, las casas , las familias supieron mucho antes que el Gobierno la que se les venía encima y adoptaron las medidas pertinentes de manera mucho más atinada que el entonces presidente Zapatero las suyas. Baste recodar al respecto que mientras nuestros evanescente ZP tuvo la ocurrencia de dilapidar 19.000 millones de euros en poner pajareras en el jardín (aquello fue el plan E) las gentes de a pie ya se ataban los machos y se ajustaban el cinto.

Porque la economía no es algo ajeno a lo cotidiano sino lo más cercano a la realidad. Así que cuando se ha gastado sin control, se ha entrampado uno hasta las cejas, los ingresos han caído en picado y no hay manera de mantener la casa todo el mundo sabe que hay que olvidarse de algunas o muchas cosas que esa familia “ya no se puede permitir”. Que hay que salvar lo esencial, o sea, la propia casa, el condumio y la escuela de los chicos y el médico de la abuela. Lo demás quedará para la nostalgia del tiempo que se fue y quizás para la esperanza por si vuelve. Pero hasta en lo primero habrá que hacer recortes y dejarse de lujos gastronómicos, uniforme de diseño y enfermera de postín.

Eso lo sabemos todos. Otra cosa es que nos guste. Por tanto también comprendemos que cuando la casa común de la Nación se enfrenta a un problema similar, aunque inmenso de magnitud, tenga que hacer ajustes, prescindir de cosas y dejar de darnos aquello que ya como conjunto no nos podemos permitir. Por la simple y contundente razón de que no lo podemos pagar, porque estamos entrampados y ni siquiera tenemos ya quien nos preste.

La clave está en decidir, tanto en un Gobierno como en una casa, que es aquello de lo que nos vemos obligados a prescindir y en todo aquello en lo que debemos recortar. Para que no se nos venga abajo todo y nos quedemos, al fin, sin nada. Y en eso es en lo que estamos. En que ahorramos, donde recortamos, hasta en los más delicados asuntos, para lograr mantener el tinglado. Porque el objetivo es mantenerlo. Las prestaciones del paro, las pensiones, la sanidad publica y la educación. Y hasta ahí puede entenderse que se recorten elementos no fundamentales y, desde luego, se persigan fugas y fraudes.

Todo ello puede ser entendido por la sociedad. Y lo está aguantando. Rechinando los dientes, claro. Porque a nadie le gusta. Pero entendiendo de alguna forma que no queda otro remedio. Pero hay una cosa que no puede, ni debe ni es posible entender. Que mientras los administrados las pasan negras, los administradores silben. No es de recibo.

Aquí todos hemos apechugado con un ERE. Todos menos los políticos. Y los asimilados. O sea, todos esos centenares de miles que a lo largo de lustros se han “colocado” en las administraciones y en las empresas publicas. De todos los partidos y cada uno en alícuota cota dependiendo de poder y momento. La “profesión” no se ha tocado. Se ha dado algún retoque y ha hecho muchas declamaciones. Pero hasta el momento se han salvado del ERE. Y les toca. Le toca de inmediato y con urgencia. Les toca porque eso si que no se lo aguantamos, ni vamos a aguantarlo. No nos pueden decir que nos amputemos un brazo y ellos no tocarse un dedo.

La administración y los administradores deben adelgazar. Esta hinchada, duplicada, triplicada y cuadriplicada. Tenemos más de tres millones de funcionarios. Que unos lo son de verdad “ de carrera”, que se lo han ganado (por cierto que a ellos si les ha tocado la vara del tio Paco) pero hay toda una grasa acumulada que no lo son. Que son los “funcionarios de partido”, que se han enquistado y que son lo verdaderamente insostenible del sistema. Y esa es la madre del cordero. Y el padre.

Esa es la gran reforma, la que parece ser la imposible de afrontar, a la que sin embargo es cada vez más imprescindible meterle mano. Hay que hacer un ERE de administraciones y de administradores. Y le toca hacerlo al Gobierno del PP y eso significa empezar a hacerlo por los suyos, que en casi todas partes gobiernan y administran.

Porque esa es otra. La dialéctica real, la discusión o el dialogo, está entre el Gobierno y la sociedad. Es hacía el hacia quien se dirige la interpelación y la mirada. La dirige la ciudadanía. Porque sabemos quien es el verdadero interlocutor. Porque seamos claros, por mucho ruido, que armen, los anteriores en el cargo, esos poco pueden decir aquí. Al menos por un tiempo. De los que dejaron la casa en ruinas no vamos a esperar, ni espera ni casi tolera casi nadie, que den ahora consejos y menos que exijan milagros. Pero a los que asumieron el mando y el control, a los que gobiernan es a los que hay que exigirles y obligarles. Entre otras cosas, y urgentemente, un ERE. Su propio ERE.

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Autor

Antonio Pérez Henares

Ejerce el periodismo desde los 18 años, cuando se incorporó al diario Pueblo. Ha trabajado después en publicaciones como Mundo Obrero, Tiempo, El Globo o medios radiofónicos como la cadena SER. En 1989 entró al equipo directivo del semanario Tribuna, del que fue director entre 1996 y 1999. De 2000 a 2007 coordinó las ediciones especiales del diario La Razón, de donde pasó al grupo Negocio, que dirigió hasta enero de 2012. Tras ello pasó a ocupar el puesto de director de publicaciones de PROMECAL, editora de más de una docena de periódicos autonómicos de Castilla y León y Castilla-La Mancha.

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