La Marea de Pérez Henares

O pagamos o nos desahucian

Puede discreparse de la cirugía, pero la enfermedad no puede negarse. Y es un tumor maligno de los peores. Metástasis, vamos. La disección, no se si incluso autopsia, que hizo Rajoy en el Congreso , abriendo en canal el cuerpo tendido deja al descubierto la situación de extrema gravedad de este organismo llamado España.

Hemos gastado publica y privadamente con tal celeridad y descontrol que debemos una inmensidad. Nuestra deuda es de 900.000 millones de euros. Tan solo en el último año gastamos 91.000 millones más de lo que ingresamos. En resumen, que ese pufo supone prácticamente todo lo que el país produce a lo largo de un año. Más de un 90% de nuestro PIB. Esa deuda es la que nos asfixia y nos tiene sumidos en la más profunda postración. Es tanta y la desconfianza en que podamos hacer frente a los intereses y ya no digamos al principal que ya casi nadie nos presta y si lo hace es con intereses cada vez más elevados. La prima de riesgo. Por cierto, la mayoría lo debemos fuera. Encabeza la lista de acreedores Alemania.

Es atroz pero es lo que hemos de afrontar. Y hay quien todavía se niega siquiera a reconocer la gravedad o suponer que el tumor es una bola de grasa que se disuelve poco menos que sola. La izquierda y los sindicatos están en ello. Es en el fondo una pertinaz negación de la crisis a base de teorizar culpables pasados y proponer cataplasmas ideológicas como remedio cuando la cuestión es tan simple que o dejamos de gastar lo que no tenemos, pagamos algo de lo que debemos o simplemente nos cortan el grifo y nos embargan.

Te dicen que ahí están nuestros impuestos, los 17 millones de cotizantes. Pero es que no da. No llega ni de lejos para sostener todo este inmenso tinglado. Llega tan poco que hay que pedir prestado para pagar hasta el paro.

Puede discreparse de los remedios, pero no puede pretenderse que no nos duela. Nos está crujiendo a todos. ¿Pero cual es la alternativa si no hacemos nuestros ajustes, nuestros recortes y la necesarias amputaciones?. Si el dinero no llega y si encima ya nadie nos presta, ya no será una paga extra, una rebaja en el paro o un servicio menos. Será, si se produce la definitiva quiebra, el embargo, el desahucio. Será todo. Porque y esto es lo que parece no quererse comprender es que está a punto de irse al traste todo, absolutamente todo y lo más esencial de un estado de bienestar en el que hemos vivido durante los últimos tiempos. Y es que puede no haber dinero para el paro, ni para la sanidad, ni para la educación, ni para los funcionarios ni para apenas nada. Porque ya en realidad no lo hay, porque lo que ingresamos ha sido, y ha sido la terrible insensatez cometida, muchísimo menos de lo que hemos gastado y ahora debemos. Y, o corregimos eso, o definitivamente nos hundimos.

Los dolorosos recortes de derechos (podemos mantenerlos todos pero si no hay agua en el pozo ¿me quieren decir de que nos sirven los derechos de riego?) , el aumento de las obligaciones, los impuestos, no pueden “gustar” a nadie. De hecho ni al que los impone que sabe que ello va contra el mismo y dinamita su voto. Pero no es cuestión de gusto. Es cuestión de necesidad extrema, de emergencia nacional, de que este armatoste de estado se cae por los cuatro costados.

Y algunos no parecen darse cuenta demasiado. Y no solo la oposición o los sindicalistas liberados. El tinglado autonómico, que está enseñando cada vez más sus despropósitos y su insostenibilidad manifiesta, la casta política aferrada a sus cargos convertidos en profesión de por vída y los “funcionarios de partido” enquistados y metidos con calzadores sectarios desde el ayuntamiento hasta el senado pasando por diputaciones, empresas publicas y toda guisa de variopintas administraciones, todos ellos se conjuran y se resisten para que el bisturí no pase por ellos.
Pero esta vez no queda otra. Esta es la ultima oportunidad, si es que incluso ya la tenemos y, en realidad, estamos ahogados aunque sigamos manoteando. Las medidas anunciadas el miércoles y aprobadas ayer en el consejo de ministros tienen incluso, amen de la discrepancia sustitutoria, o sea, otras pero con igual o mayor monto y objetivo, una carga de terrible duda añadida al sacrifico. Es que si además ya llegaran a tiempo, ya salvaran los muebles, ya nos sacaran aunque sea lenta, dolorosamente y poco a poco de esta sima. En suma, si hay remedio.

Puede gritarse en las calles y agitar banderas. Pero lo que tenemos encima no se soluciona con pancartas. Que más quisiéramos. Ya lo ha visto el actual Gobierno, a los mercados, a nuestros acreedores les dan bastante igual los votos y el color de las papeletas. Quiere cobrar, no se fían y si no se fían y no nos prestan, si se produce el definitivo cierre de la persiana entonces si que vamos a saber que es una crisis. Vamos a saber lo que es la calamidad, el desamparo total y el estallido. No hay rescate que valga para el Titanic. Hay naufragio y hielo.
No ha habido gráficamente mejor prueba que la foto de ayer, del Rey, Jefe del Estado, presidiendo el Consejo de ministros. Está en juego España, está en juego ya nuestro presente y definitivamente nuestro futuro, como no lo ha estado desde que alumbro la democracia. Está en juego toda nuestra forma de vida.

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Autor

Antonio Pérez Henares

Ejerce el periodismo desde los 18 años, cuando se incorporó al diario Pueblo. Ha trabajado después en publicaciones como Mundo Obrero, Tiempo, El Globo o medios radiofónicos como la cadena SER. En 1989 entró al equipo directivo del semanario Tribuna, del que fue director entre 1996 y 1999. De 2000 a 2007 coordinó las ediciones especiales del diario La Razón, de donde pasó al grupo Negocio, que dirigió hasta enero de 2012. Tras ello pasó a ocupar el puesto de director de publicaciones de PROMECAL, editora de más de una docena de periódicos autonómicos de Castilla y León y Castilla-La Mancha.

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