Una lectura que debería preocupar a más de uno.
En la misa del domingo 30 de septiembre se leyeron estos versículos de la carta de Santiago:
1 Ustedes, los ricos, lloren y giman por las desgracias que les van a sobrevenir.
2 Porque sus riquezas se han echado a perder y sus vestidos están roídos por la polilla.
3 Su oro y su plata se han herrumbrado, y esa herrumbre dará testimonio contra ustedes y devorará sus cuerpos como un fuego. ¡Ustedes han amontonado riquezas, ahora que es el tiempo final!
4 Sepan que el salario que han retenido a los que trabajaron en sus campos está clamando, y el clamor de los cosechadores ha llegado a los oídos del Señor del universo.
5 Ustedes llevaron en este mundo una vida de lujo y de placer, y se han cebado a sí mismos para el día de la matanza.
6 Han condenado y han matado al justo, sin que él les opusiera resistencia.
7 Tengan paciencia, hermanos, hasta que llegue el Señor. Miren cómo el sembrador espera el fruto precioso de la tierra, aguardando pacientemente hasta que caigan las lluvias del otoño y de la primavera.
8 Tengan paciencia y anímense, porque la Venida del Señor está próxima.
Cuando los escuché me acordé de quienes han colocado participaciones preferentes a analfabetos, jubilados y clientes engañados, de quienes han desahuciado a familias enteras de sus casas y de quienes siguen dando miles de millones a unos bancos quebrados.
Como se dice en El Tenorio, «No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague».