Cuando las pavorosas cifras del paro asoman sus aterradores dígitos sale siempre, en el anterior gobierno y ahora en este, un propio a decir que son menos malas en comparación con otras, que el desempleo aumenta pero a menor tranco. Es tan pobre excusa como burda trampa a la inteligencia. Es que llueve desde hace años sobre mojado, es que cada vez quedan menos trabajando que puedan irse al paro, es que, y esa es el nuevo y estremecedor listón sobrepasado, el 25 % de la población activa se encuentra sin trabajo, es que uno de cada cuatro españoles esta en paro.
Esa es la tragedia esencial, económica, social, vital, cotidiana y asfixiante. Mas que el déficit , más que la prima, más que la Bolsa, mas que la secesión catalana, más que todo y mas cercana. La que nos muerde a todos en propias carnes o en el entorno más próximo. Es el ser o no ser del gobierno y de Rajoy. Y , por le momento, es el no ser.
No puede negarse que apenas lleva un año-curiosamente su opositor Rubalcaba ha utilizado similar argumento para justificar su catástrofe- y que los daños en el motor de nuestra economía eran tan terribles que no es cosa de un día que el vehículo comience de nuevo a marchar. Pero ese año esta pasando y el horizonte para cuando asome 2013 es aún peor. La cifra de seis millones de parados se empieza a rozar y la EPA del último trimestre , que mide de octubre a diciembre, se presume todavía más negra que la pasada, donde se computan los benignos meses veraniegos.
Al Gobierno del PP se le ha visto desde el inicio muy afanoso en lograr austeridad, control del gasto, ajustes y recortes y recaudaciones varias. Puede y es bastante evidente que ello fuera insoslayable. Y hasta positivo. El despilfarro no podía continuar ni un momento y desde luego pagamos aquellos pecados. Poco, amen de dolernos cuando nos toca el tijeretazo, cabe objetar de fondo y razonadamente.
Pero la percepción que tenemos y creciente es que todo es ajuste y solo ajuste. Y con ello no es suficiente. Es imprescindible y previo, pero no sirve si no va acompañado de iniciativas de crecimiento. Todo el sacrifico es vano y se percibe como frustrante si no hay esperanza. Una esperanza humilde de trabajo. Y en ello está fracasando el Gobierno. En resultados, para lo que , de acuerdo, es pronto, pero también en percepciones y motivaciones. Será su gran preocupación, pero no lo parece, no se visualiza, no se ve, no se toca, no hay, al menos no percibe, esa atención que debiera ser constante, ni asoman en el horizonte planes ni proyectos ni estímulos que nos permitan alentar un atisbo de confianza. En el ello Rajoy y sus ministros están decepcionando más que en cualquier otro aspecto. Y en ello va todo su crédito y todo su futuro. Que en fondo poco importaría sino fuera porque va inexorablemente unido al nuestro.
Porque esa es otra. La sensación es que con todo y con ello es de ahí de donde nos puede venir alguna luz. Porque en las alternativas, si es que existe alguna más allá de griteríos, pareados, nostalgias de revoluciones derrumbadas y una socialdemocracia extraviada, poco puede confiarse y de hecho muy poco se confía como demuestran las urnas cuando se abren. En vez de ello o quizás por ello florecen los alaridos tribales, el sentimiento de clan, el victimismo como ideología y aldea como refugio imaginario. Todo ello para añadir arena al desierto, para ensanchar las heridas y aumentar las hemorragias, para subir las fiebres y consumir las energías tan necesarias para lo primordial y lo urgente. Ensañándose sobre el cuerpo débil, cebándose en sus despojos y aprovechando para desmembrarlo. Todo para ocultar su propia penuria, su desnudez y su fracaso, envolviéndose en alucinaciones de tierras de leche y miel, cuando en realidad tal camino solo conduce a redoblar la miseria de los unos, de los otros y de todos.