La Marea de Pérez Henares

De una menira a la otra, de la bandera a la lengua

Niño emigrante en Durango (Vizcaya), nadie me lo ha contado, asistí a la represión del idioma vasco. Yo no tenía “el problema” pero si lo sufrían mis compañeros y era bien palpable en el devenir cotidiano de la vida en Euskadi allá por los años 60. El franquismo, el ultranacionalismo español, utilizaba la lengua como ariete. La democracia y la Constitución, la que ahora esos nacionalistas insultan y rechazan, permitió su renacer y trajo el autogobierno. El separatismo excluyente, ahora con CiU entre sus tropas, en un terrible pendulazo han asumido ese mismo esquema de utilización e imposición de una lengua para afirmar un nacionalismo de confrontación y eliminación de lo “común”.
El caso catalán es el más clamoroso. So pretexto de defensa y expansión de su lengua, lo que es digno de todo apoyo, lo que se ha pretendido es el arrinconamiento de la otra.. La lengua y la educación, conjugadas,, han sido el objetivo prioritario y la piedra angular del adoctrinamiento.

Han sido muchos años de afirmar que no había conflicto y que todo era normal, mientras la absoluta anormalidad es que en una parte del territorio español no pudiera emplearse la lengua común de todos los españoles y hasta que fueras multado por hacerlo, que fuera imposible estudiar en ella y que lo “normal” era ir reduciéndola a la marginalidad, al menos en la esfera publica, política, administrativa y educacional. Ello en buena parte frustrado en lo cotidiano dado lo delirante de intentar arrinconar un idioma de potencia universal, el segundo más hablado del mundo. Y lengua materna de no pocos habitantes de la actual comunidad catalana.

Pues bien el planteamiento, tan obvio como racional, tan constitucional como en verdad progresista y universalista, de que al menos ha de asegurarse que los estudiantes catalanes puedan estudiar equilibradamente en las dos lenguas ha levantado de inmediato una reacción ultramontana donde de entrada, y con tan solo el borrador, se llamar a la sublevación, a la insumisión y se apela al Constitucional cuando son las propias sentencias al respecto de ese Tribunal las que una y otra vez se conculcan y se violan. Pretender igualdad, libertad y paridad de las lenguas supone ser tachado de retrógrado y franquista precisamente por quienes en realidad han asimilado sus mismos métodos de imposición y adoctrinamiento.

Tras haberse envuelto en la bandera y los supuestos ataques y latrocinios “España nos roba”ahora la mendacidad nacionalista, siempre en el victímismo y en la mentira, claman por el presunto ataque al catalán. Falsedad absoluta. Solo se pretende la igualdad, la normalidad de que en un estado se pueda estudiar también en la lengua común y oficial de ese estado, en equilibrio con la que también es oficial en esa comunidad autónoma.

Es comprensible, aunque desde luego rebatible y combatible con toda la energía, que quienes pretenden separarse de ese Estado, quienes abjuran de el y quieren romper con sus leyes y su Constitución, entienda en efecto que el catalán ha de ser la lengua, sino única si predominante y primera, y el castellano subordinada y con trato de extranjería. Pero una vez más y en la traición sistemática a principios doctrinales, patria común y Nación, en la terrible diarrea mental de sumisión al nacionalismo que acompaña a la izquierda desde hace décadas tanto el PSOE-PSC como los herederos del PCE (IU) -PSUC (IC) y jaleados por el ínclito Rubalcaba se postran y flanquean con entusiasmo esa hoja de ruta nacionalista. Una vez más hiriendo el sentimiento de sus propias bases ya no solo en el conjunto de España sino también en la propia Cataluña donde los socialistas no dejan de caer hacia el abismo y en la ultima confrontación electoral perdían otros ochos escaños, muchos de los cuales iban a Ciudadanos. Y en ello tenía mucho que ver esa genuflexión al nacionalismo, ese papel más o menos consciente, de Maragall a Montilla, de “tontos útiles”.

La batalla lingüística ha solapado, y es una pena, la verdadera importancia y trascendencia de una ley de reforma educativa absolutamente trascendental para una situación crónica de fracaso escolar y una vez más Rubalcaba tiene todo que callar pues fue él en sus tiempos de ministro felipista quien alumbro la LOGSE y aquel inmenso error de dejar a un lado los valores de esfuerzo, disciplina y autoridad de profesor. Aquel sin sentido perverso de que daba igual aprobar o suspender que de todas formas “pasabas”, o sea que aunque te saltaras dos stop te daban el carné de conducir.

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Autor

Antonio Pérez Henares

Ejerce el periodismo desde los 18 años, cuando se incorporó al diario Pueblo. Ha trabajado después en publicaciones como Mundo Obrero, Tiempo, El Globo o medios radiofónicos como la cadena SER. En 1989 entró al equipo directivo del semanario Tribuna, del que fue director entre 1996 y 1999. De 2000 a 2007 coordinó las ediciones especiales del diario La Razón, de donde pasó al grupo Negocio, que dirigió hasta enero de 2012. Tras ello pasó a ocupar el puesto de director de publicaciones de PROMECAL, editora de más de una docena de periódicos autonómicos de Castilla y León y Castilla-La Mancha.

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