Lo que del mundo sanitario nos llega cada día por los medios de comunicación es una bronca continua de manifestaciones, huelgas, enfados y recortes. La imagen del colectivo va unida en los últimos tiempo a la protesta y al griterío. Poco vemos de lo que sucede de puertas adentro de esos hospitales en cuya entrada se suceden los tumultos. A no ser, claro, que tengamos obligatoriamente y no por gusto precisamente ,que pasar dentro.
Estas navidades y por un grave episodio en la salud de mi madre he sido uno de esos ciudadanos que si han traspasado esas puertas. Mi familia y yo hemos pasado la Nochebuena y las fiestas con ellos. En el Hospital de Guadalajara, en concreto.
Pues bien, creo que es ahí, en lo que no se ve y en lo que no se cuenta pero que a todos nos acaba afectando en nuestra verdad, donde está la verdad de nuestra sanidad. Lo que he visto y sentido es su quehacer cotidiano, desde el primero al último, desde el conductor y el equipo de ambulancias, al doctor de urgencias, a los especialistas, a enfermeras, a auxiliares y a celadores. A todos, en días además tan especiales como estos, en noches tan señaladas, les he tenido cerca, haciendo su trabajo, cada cual con su carácter, pero entregados a él con empeño, con dedicación, con vocación en suma. Que es vocación la medicina, no se olvide. No es profesión que se elija para hacerse multimillonario. Hay algo más. No voy por ello, y ya que puedo, a desaprovechar la ocasión de darles las gracias como creo que muchos cientos de miles de enfermos y de familiares se las darían conmigo.
Disfrutamos de una sanidad magnífica. Tengamos eso, al menos, claro. Que se haya hipertrofiado en servicios y excesos que no alcanzamos a pagar, que hay ineficiencias y despilfarros, que hay privilegios y quienes pretenden mantenerlos, es evidente y cierto. Desde luego. Y eso es sobre lo que hay que actuar. Eso es lo que hay que controlar y extirpar si fuera preciso. Pero eso no significa otra cosa que mejorar el sistema. No que sustituirlo. Refórmese lo necesario pero no nos pongamos a cambiar lo que funciona. Y nuestra sanidad publica lo hace. Es uno de nuestro mejores avances y debe intentar mantenerse todo lo posible el cogollo y lo esencial en estos tiempos de dura crisis y de agobios. Ello deben entenderlo también ellos, aunque a todos nos ha dolido cuando nos ha tocado. Pero la mayoría entenderemos que la sanidad publica debe seguirlo siendo. Y si es publica no me alcanza la entendedora y me parece un poco contra el sentido común el que sea su gestión privada. Lo que hay que hacer es que la gestión sea la mejor, más eficiente y por supuesto austera. Pero pública