La Marea de Pérez Henares

La viga en los dos ojos

La conseja de la vieja, atinando en la condición humana, verificaba aquella propensión de ver la paja en el ojo ajeno y no sentir la viga en el propio. Pero si a la humana condición, a la facilidad para indulgencia sobre el pecado propio y a dureza para juzgar los ajenos, unimos los colores y calores políticos y las tentaciones corruptas, con que unos se tropiezan y otros , con afán y ansia, se procuran, nos encontramos a día de la fecha con que ya no deben quedar pinos de donde sacar tanta madera. O sea que la viga está en los dos ojos, es un verdadero entramado y ya se ha aposentado incluso en los que ven pasar la maderada.

Si un día creímos, por aquellos lodos roldanescos del 95, donde se trincaba hasta del papel del BOE, que nos habíamos, si no del todo, si en buena parte vacunado, hoy ya tenemos claro que o no hay cura o para algunos, que son bastantes, no hay otra medicina que les valga que la del palo y la cárcel. De los que, por cierto, de una manera o de la otra, la mayoría ha conseguido zafarse.

La enfermedad es tan grave que amenaza ya directamente al mismo corazón de la democracia y cáncer tan extendido, tan reiterado, tan recurrente y reproducido que si no ha hecho ya metástasis está a algo menos de un pelo de que lo haga. Cada día, a cada hora, por los cuatro costados, por ayuntamientos, comunidades y partidos, de abajo arriba en condición y gobierno, de este a oeste en territorio y de izquierda a derecha en presuntas y escudantes ideologías, un caso se solapa con el otro. No hay sigla que esté limpia y si alguna aún puede presumir de ello es para ponerle la cuarentena de que “aguarda a que toquen pelo y me lo dices después” . Porque la regla de tres que si parece regir es que a mas poder, mas trinque. Y que la sensación de impunidad que su ejercicio absoluto o conchavado presupone es directamente proporcional a la hondura y extensión de la metida de mano.

No habría ni que decir que hay políticos honrados. Lo triste es que haya que colocarlo de premisa ante la sensación generalizada de que si no es la flagrante corrupción, la que exige ejemplar castigo y cirugía urgente, el trato de favor, el privilegio propio o el enchufe para los cercanos son la practica habitual en mayor o menor grado. Y en la percepción sencilla de la gente lo uno y lo otro sino son iguales son padre e hijo o como poco primos hermanos.

El panorama es desolador. Mire usted por donde quiera. Al yerno de la real familia, a los Pujol Brothers, a los Matas balearicos, a los ERES socialistas andaluces, a los Gurtel peperos y al tesorero de los esquíes suizos de 22 millones de euros, al presidente madrileño del ático en Marbella cuya cuento no hubiera logrado colar ni el mismísimo Leblanc al paleto en Atocha o al campeón Blanco de las gasolineras. Un pequeño botón de muestra y quedan por citar otros doscientos y añadir los cinco que se conocerán mañana.

Malo es, pero peor es aún la reacción de parte. La receta propagandística es que la corrupción es siempre “la de los otros”. En el ojo propio ni viga ni paja. Pero aún más perverso es lo que sobre ellos se ha generado y degenerado. Porque los medios de comunicación, que habrían de ser y son esenciales para este combate han caído y han arrastrado en papel, tele, red y radio en la deformación del cristal con que miran. Y ahí estamos. Los de una trinchera bombardeando inmisericordes el ático de Gonzalez, pero que ni suene un pertardito en casa de los señores Pujol, sus caseros; los que quieren seguir viendo volar a mirando solo para Sevilla sin querer mirar para Valencia; los que ansían el nuevo florecimiento del capullo montando esperas, cacerias y chorcos de lobos si fuera necesario para atrapar a las perversas fieras de la derecha pero mentar ni por asomo que algunos jabalíes embarrados de fango apestan a cerdo por mucho que se escondan tras de las rosas.

En la trampa de las vigas y las pajas nos han hecho caer o, con entusiasmo militante, hemos caído solitos y sin ayuda. Y esa misma mentira, porque la verdad de solo una parte y la ocultación de la otra media, es una de las más insidiosas mentiras, es con lo que mentimos a los que nos leen, oyen o contemplan. Y así, y esa es la tristeza y mal definitivo, es como, sectariamente, se corrompe la sociedad entera.

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Autor

Antonio Pérez Henares

Ejerce el periodismo desde los 18 años, cuando se incorporó al diario Pueblo. Ha trabajado después en publicaciones como Mundo Obrero, Tiempo, El Globo o medios radiofónicos como la cadena SER. En 1989 entró al equipo directivo del semanario Tribuna, del que fue director entre 1996 y 1999. De 2000 a 2007 coordinó las ediciones especiales del diario La Razón, de donde pasó al grupo Negocio, que dirigió hasta enero de 2012. Tras ello pasó a ocupar el puesto de director de publicaciones de PROMECAL, editora de más de una docena de periódicos autonómicos de Castilla y León y Castilla-La Mancha.

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