La Marea de Pérez Henares

Poker de ases: crisis,corrupción, separatismo y corona

El poker de ases, pero de los malos, con el que nos estamos jugando el futuro, la mano que amenaza con dejarnos tiesos y a la intemperie contemplando los escombros de lo que fue un próspero periodo de nuestra historia tiene esas cuatro cartas. La crisis, los seis millones de parados, la angustia del desahucio, la desesperanza, la pobreza y hasta el hambre. La de la corrupción, el desprestigio de la política, el cuestionamiento del propio sistema de representación y de la validez, incluso, del voto. La del separatismo secesionista, la consumación de la hoja del ruta del nacionalismo, en el odio a todo lo que puede sernos común y nos une para con seguir la desvertebración de España y la independencia. La Corona, que un día confluyó con la ciudadanía española en el ansia democrática, que se convirtió en su garante, que se ganó un crédito inmenso y que estuvo protegida por un tabú que ahora roto, está viendo como se hace añicos su prestigio y hasta cuestionada su continuidad institucional.
Este es nuestro poker malo, al que España debe plantar cara. Una España cada vez mas cerca de tener afrontar, aunque no se percibe ni el espíritu, ni el impulso ni los líderes necesario para hacerlo, un nueva y trascendental coyuntura, una catarsis colectiva e institucional, una cierta nueva transición. Pero, desdichadamente, lo que se observa no son climas positivos, de construcción y futuro, como sucedió en aquel entonces, sino simplemente destructivos como si el empeño esencial estuviera en reducirlo todo a escombros, quemarlo todo y luego…pues una especie de nihilista y suicida “ya veremos”.

Entregados al pesimismo y algunos parecen encantados de pasarse el día convocando a la hecatombe y haciendo todo lo que en su mano está por provocarla esa puede ser la conclusión y la prospectiva de donde nos llevan estos tiempos sombríos. Pero hay otras visiones y no nos vendría mal el contemplarlas.

La primera, la crisis, que curiosamente empieza a parecer que hasta pudiera ser de donde antes salgamos, aunque , más allá de datos macro y de la evidencia de que al menos del “rescate-embargo” nos hemos librado, no lo percibiremos hasta que no se empiece a crear empleo y haya respiro en los hogares, podría como toda convulsión tener un efecto positivo. Haber dejado atrás esa cultura del despilfarro y del pelotazo y volverla a sustituir por la que nunca debimos perder, la del trabajo y del esfuerzo. Y ello aplicado a todos los ámbitos de nuestra vida, educación incluida.

Ante el cáncer de la corrupción el antídoto es parecido. No vale solo con reconocerla y mucho menos esa perversión de solo denunciarla en los “otros” y ocultarla en los “míos”. El mensaje ha de ser mucho más enérgico y contundente. El de la depuración de un cuerpo enfermo, el de la regeneración, el de la limpieza y el de alumbrar un tiempo en que la política “la cosa publica”, pasada la purga, pueda volver a presentarse como tal ante los ciudadanos. Para ello la transparencia, la necesaria reforma electoral y el fin de unos hábitos, modos y estructuras en los partidos son imprescindibles.

Ante el separatismo queda la ley y la firmeza como primera media. Y no tener duda de que se aplicara esa ley y que no tengan los otros duda de que les será aplicado ni temblara el pulso. Pero más allá de esto urge poner en marcha y recuperar los lazos, los nexos y combatir la teoría del agravio, del odio al otro que es en la que se ha sustentado el clima separatista.

La Corona ha de plantearse y replantearse a sí misma. Ha de cumplir su penitencia y tras ello quizás sea el momento de dar paso a un nuevo pacto con el pueblo, donde este perciba su utilidad y conveniencia, encarnado en un nuevo rey, el heredero que parece ser el único que en estos de tribulación emerge como un sólido e integro valor.

En resumen, que hay salida y salidas y hasta puede que sean las que tomemos y las veamos porque el correr hacia los precipicios no suele resultar solución alguna. Pero hay algo que me preocupa y que quizás en medio de esta dura partida que jugamos sea el más perverso pasado que de nuevo nos alcanza. El del odio. Ese odio, supuestamente ideológico, de sigla, de negación del otro y de rencor, que parece haberse instalado y que preside las acciones de algunos hoy pero que puede extenderse por todos mañana. Porque no hay característica más acusada en el odio que el de provocar idéntica respuesta. Y se está destilando por arrobas

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Autor

Antonio Pérez Henares

Ejerce el periodismo desde los 18 años, cuando se incorporó al diario Pueblo. Ha trabajado después en publicaciones como Mundo Obrero, Tiempo, El Globo o medios radiofónicos como la cadena SER. En 1989 entró al equipo directivo del semanario Tribuna, del que fue director entre 1996 y 1999. De 2000 a 2007 coordinó las ediciones especiales del diario La Razón, de donde pasó al grupo Negocio, que dirigió hasta enero de 2012. Tras ello pasó a ocupar el puesto de director de publicaciones de PROMECAL, editora de más de una docena de periódicos autonómicos de Castilla y León y Castilla-La Mancha.

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