La Marea de Pérez Henares

A mi me cae bien Rajoy, que le vamos a hacer.

Ya se que corro riesgo de manteo, de que me escupan en la mesa o me echen del bar. Sobre todo si mis interlocutores se consideran el macizo de la raza y la esencia de la derecha. Sin complejos, claro. Pero a mí es que Mariano Rajoy me cae bien. Que le vamos a hacer. Primero por que sí, que es la primera razón por la que la gente te cae bien o mal. Según, y no menor, por quienes son sus máximos y más enfebrecidos detractores, quienes se pasan la vida acusándole de membrillo, pacato, cobarde y temblón cuando en realidad la cuestión de fondo es no se ha plegado ni doblegado ante ellos, precisamente, y a pesar del desaforado, pertinaz y continuo ataque y hasta de montarle alternativas de papel y sucesivos entierros mediáticos, no les hace ni puñetero caso. Y tercero por su manera tranquila, contumaz y perseverante de hacer las cosas, de marcar sus tiempos, con esa aparente pachorra y esa socarronería de fondo, que insinúa no poca inteligencia en un apenas comprendido, en el país de la sal gorda, sentido del humor. Vaya esto por delante y caiga sobre mi la somanta de palos.

Errores y algunos muy graves ha cometido, a veces la prudencia se le ha terminado por convertirse en venenosa tardanza que se vuelve contra el, que no importa mucho, pero si contra todos, que importa más. Le falta transmisión y , en ocasiones, hasta cuajo. Que eso se nota más en un país, España, donde gustamos más de la soflama, el grito, el esto lo arreglo yo en “dos patás” que de dar razones, resolver cosas y andarse con tiento. A uno, que soy yo, y a fuer de sincero, más dado al pecado primero y cuya vehemencia le pierde tantas veces, la moderación y el temple en los momentos de zozobra, no le parecen malas del todo.

Quizás Rajoy no nos sirva para encabezar lo que más pronto que tarde habrá que afrontar de manera imprescindible. El edificio de la Transición se está viniendo abajo y los pilares de la convivencia se nos están derrumbando sobre nuestras cabezas. O limpiamos cañerías, restauramos muros maestros y reanclamos piedras angulares o corremos riesgo de desplome. Puede que para ello haga falta otro y otros en muchos otros lugares, que hoy, en medio de este batiburrillo de mediocre oportunismo no se vislumbran. Pero, tal vez, para sacarnos de agobio inmediato, del tenebroso pozo en el que andamos metidos, de esa que nos está cayendo, pues a lo mejor para eso nos vale don Mariano. Por el momento nos ha librado de la quiebra y el embargo, que le llaman rescate, pero que es embargo. Nos hemos librado de caer despeñados a una tiniebla exterior peor aún de la que estamos y de la que aún nos hubiera costado mas lagrimas salir. Que aquí se llaman paro y miserias. De eso, aunque lento, puede que nos saque. Y para mi tengo que, visto lo visto y lo pasado, a lo mejor es la poca esperanza que tenemos. O alguien cree de verdad que la bonanza y el empleo nos la van a llegar de la mano de Rubalcaba, Mendez, Toxo y Cayo Lara, con Colau, la Talegón, Garzón, (los dos, el joven y el protomartir) y un separatista catalán de ministro de Exteriores.

Pues yo, que a lo mejor no lo he votado ( o sí, que diría el, vaya usted a saber) prefiero a este hombre apaleado por tierra, mar y aire, redes, televisiones y prensa, por quienes dan el carne de “progre”, por los que lo dan de “liberal” y hasta por quien los dan de tener “bemoles y bigote” que a tanto ocasionado (palabra mejicana de mucha enjundia y aplicación ) que hoy transita y vocea, como en el corrido de Valente, por España.

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Autor

Antonio Pérez Henares

Ejerce el periodismo desde los 18 años, cuando se incorporó al diario Pueblo. Ha trabajado después en publicaciones como Mundo Obrero, Tiempo, El Globo o medios radiofónicos como la cadena SER. En 1989 entró al equipo directivo del semanario Tribuna, del que fue director entre 1996 y 1999. De 2000 a 2007 coordinó las ediciones especiales del diario La Razón, de donde pasó al grupo Negocio, que dirigió hasta enero de 2012. Tras ello pasó a ocupar el puesto de director de publicaciones de PROMECAL, editora de más de una docena de periódicos autonómicos de Castilla y León y Castilla-La Mancha.

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