A la profesión de político, cronificada la representación popular en oficio de por vida, y a la sindicalista, trasformada la lucha obrera en privilegio liberado, estamos a punto de unir en España la de “indignado” de guardia.
El origen es, como en los casos anteriores, fruto de la necesidad y de la rebelión ante la injusticia. Amparado, faltaría más, por el derecho democrático de expresión, reunión y manifestación. Con bases tan firmes como pueden ser los desahucios, las estafas con las preferentes, los recortes en sanidad o en educación. Muchas razones para indignarse, para salir a la calle, para la protesta, para la reivindicación y el rechazo a quienes o bien provocan tales hechos o no hacen lo suficiente por atajarlos.
Pero esa es una y otra cierta tendencia por la que están derivando algunos al calor del malestar y en lo que están degenerando ciertos movimientos. Para que se me entienda y se visualice bien lo que intento decir, sabiendo de antemano lo que me va a costar el decirlo, hay cosas que se ven mejor en provincias porque allí se conocen-nos conocemos todos: el “indignado” de oficio se apunta a todo, vamos que hoy es del colectivo de la camiseta verde, mañana de los stop, pasado de la blanca y al otro de la que toque. Pero siempre con el silbato y el grito en la boca allá que se va en cuanto alguien relevante aparece, con particular afición por presidentes autonómicos del PP, políticos de ese mismo partido y miembros varios de la Casa Real. Son los seguidores-reventadores de actos y tienen duplicada la agenda de los cargos públicos. Es el “indignado” de guardia. Y lo que digo, en provincias se nota mucho porque se conocen todos y los gatos son siempre los mismos.
De las manifestaciones se ha ido bajando al grupo apostado en la esquina, pero metiendo mucho ruido y ahora la moda es abuchear a la reina en los conciertos. Da igual cuantos sean, porque lo que importa es salir en la tele y en los medios. Y tuitearlo al instante. Ese factor es quien les sostiene y mantiene. Y en esa trampa seguimos cayendo. La noticia acaba siendo los chiflidos un par de docenas y hasta de media. Cuando hay “marea” la hay y las hay poderosas. Pero lo cierto es que estamos magnificando el regatillo de quienes con un silbato hacen un mar. Y lo que digo. Que en nada están ya de profesionales. Puede que sean una nueva modalidad de “emprendedores”