La Marea de Pérez Henares

¡Vaya tropa!

Mi paisano el conde de Romanones, hombre de mucho poder en su tiempo y no mala pluma, quiso entrar en la Academia de la Lengua. Hábil, una leyenda, en lo de comprar votos supuso que esa vez le valdría con su influencia y fue visitando a los académicos que participarían en la votación. TODOS le prometieron su voto. Llegada la hora decisiva se encontró con que no le había votado NINGUNO. Fue cuando exclamó aquello de “¡Vaya tropa!”.
Pues algo así nos pasó el sábado con las olimpiadas. La tropa del COI nos había dado muchas palmadas en la espalda pero tenía mas que decidido dárnosla a nosotros por Japón, que al fin y a la postre iba con dinero por delante. Resulta que estaba el pescado vendido de antemano y para mayor humillación hasta nos dejaron por detrás de Estambul que a priori parecía el convidado de piedra en el banquete.

Más allá de la frustración y una cierto cabreo con ese sanedrín que gusta de abofetearnos con Alberto de Monaco siempre con la mano larga para darnos bien en la cara y comprendiendo muy bien una reacción primaria que oí, en un bar de pueblo, nada más producirse el fiasco “Si alguna vez quieren que los organicemos que nos lo pidan ellos y veremos”, algunas reflexiones y enseñanzas no nos vendría mal el sacar del asunto, entendiendo además, que parece que eso si lo hemos asumido, que con esto no se acaba el mundo.

La primera es que en efecto la confianza en nuestra solidez económica dista mucho de haber sido recuperada. Queda mucho por hacer y por trasmitir y a España se la vez, por que lo está, como mucho convaleciente y débil saliendo a rastras de una dolencia mas que grave. Esa ha sido a juicio de casi todos la razón esencial de nuestra derrota.

Una derrota que no debería servir, como tantas veces, para que los españoles nos echáramos como añadido toda la porquería del mundo posible dando uno de esos espectáculos tan nuestros de desprecio por nosotros mismos. Porque quizás la enseñanza añadida de la ocasión y para muchas bien pudiera ser que si una Nación no se respeta a sí misma es un imposible que pretenda el respeto de las demás. Y ese déficit lo tenemos de manera creciente y galopante reflejado hasta en la semántica donde nos hemos rebautizado como “Estepais” por no decir la palabra que a tantos parece quemarles la boca si la pronuncian.

Errores se han cometido, aunque sería injusto no valorar los aciertos, donde no fue menor el de crear una ilusión colectiva, por mucho que ahora se haya visto cercenada. Se señala y hay rechifla sobre la alcaldesa de Madrid. Cruel o no la sátira lo cierto es que Ana Botella ha superado hace mucho su principio de Meter en política y demostrado que el cargo y lo que representa supera sus capacidades. Y no solo por la Olimpiada. Ya lo demostró aquel día que con las muchachas muertas del Madrid Arena pesando sobre la ciudad entera se fue de fin de semana a Portugal porque era su aniversario de boda. Y con aquello, que no con esto, donde puso por delante su condición de esposa de a la de alcaldesa madrileña, se clausuró como política con fecha de caducidad en las próximas elecciones. Por el contrario y en positivo, dentro y fuera de España, se señala que el Príncipe Felipe nos representó y defendió mucho más que dignamente y fueron su presencia y parlamento de las mejores bazas que exhibimos.

A la luz de los hechos lo teníamos perdido desde el principio, aunque no lo supiéramos e ilusamente creyéramos lo contrario. Pero también la bocaza nos perdió lo nuestro. La del diario El Mundo publicando la lista de 50 votos seguros ha sido señalada como un error que nos costó como poco ese segundo puesto. La portada y exhibición de nombres, o bien era falsa o bien hizo que un buen puñado se diera la vuelta ante lo que no tenía el menor sentido el publicarlo a no ser que el fin pretendido fuera el logrado: Hacerle daño a la candidatura. Le reflexión, en esta ocasión, la han hecho más los medios internacionales, con alemanes y argentinos como más incisivos, que los propios. Al fin y al cabo hablar de Pedro J es ya algo también un poco cansino.

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Autor

Antonio Pérez Henares

Ejerce el periodismo desde los 18 años, cuando se incorporó al diario Pueblo. Ha trabajado después en publicaciones como Mundo Obrero, Tiempo, El Globo o medios radiofónicos como la cadena SER. En 1989 entró al equipo directivo del semanario Tribuna, del que fue director entre 1996 y 1999. De 2000 a 2007 coordinó las ediciones especiales del diario La Razón, de donde pasó al grupo Negocio, que dirigió hasta enero de 2012. Tras ello pasó a ocupar el puesto de director de publicaciones de PROMECAL, editora de más de una docena de periódicos autonómicos de Castilla y León y Castilla-La Mancha.

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