Bokabulario

Los obispos italianos y alemanes, un modelo para los catalanes

Los pocos obispos que quedan que son nazionalistas deberían tomar nota de lo que hicieron los obispos italianos y alemanes: fomentar la unidad frente a independencias y rupturas.

Uno de los libros que he leído este verano es Notas a pie de página. Memorias de un hombre con suerte, escrito por el diplomático Alonso Álvarez de Toledo y Merry del Val. En él aparece una anécdota jugosa para estos días.

Durante la Guerra Fría, y después de la construcción por los comunistas del muro antifascista en Berlín, todas las instituciones se repartieron la ciudad de Berlín, salvo la Iglesia católica alemana.

Por encima de las diferencias (..) entre uno y otro Berlín, había una institución que era común a las dos partes, una entidad que los abarcaba a ambos porque nunca había reconocido la división de la ciudad. Me refiero a la Iglesia católica, cuyos representantes se mantuvieron siempre por encima de las diferencias políticas entre los poderes terrenales. Ello explica que las dos mitades de la ciudad hubieran constituido siempre una sola diócesis, única e indivisible.

Todo un ejemplo de resistencia a los deseos y los planes del Imperio del Mal y a las potencias más poderosas del ámbito atlántico.

Unos años más tarde de la reunificación de Alemania, los obispos italianos se pronunciaron a favor de la unidad de Italia. Mientras Umberto Bossi y sus partidarios recorrían el valle del Po con sus banderas con el sol padano y los políticos de Roma gastaban saliva, la nación italiana tuvo unos defensores inesperados: el papa Juan Pablo II y la Conferencia Episcopal Italiana.

El 6 de mayo de ese 1996, el cardenal Camillo Ruini, presidente de los obispos italianos, criticó los principios separatistas de la Liga Norte. «La unidad de Italia no se toca», afirmó en la inauguración de la asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal, y los obispos demostraron su acuerdo con aplausos. Según Ruini, «negar o comprometer la unidad de nuestra nación va contra la posibilidad del desarrollo y de los intereses económicos de las poblaciones del sur, del centro y del norte».

¿Y qué ocurre en Cataluña? La ideología nacionalista, nacida en ambientes clericales, ha implicado el arrasamiento espiritual de la región. Como cuenta la excelente página catalana de información religiosa Germinans Germinabit,

«las parroquias que se han mostrado más beligerantes, colgando banderas estelades en sus templos o haciéndolas visibles en sus páginas digitales, se corresponden con las comunidades más decadentes, las más abandonadas, aquellas que menos poder de convocatoria tienen y de las que muchos feligreses han huido hacia parroquias vecinas»

Y Roma lo sabe, ha escarmantado y trata de reevangelizar Cataluña orillando al clero nazionalista que fue un agente de secularización y transmisión de las ideas separatistas. Así se explica el comportamiento del joven obispo de Solsona, Xavier Novell, recibido con una alegría que luego se ha disipado a la vista de sus actos.

El año pasado, el obispo Novell se pasó a las filas catalanistas, seguramente abducido por el mismo ambiente que conduce a emigrantes andaluces que no hablan catalán a votar a ERC, al pronunciar unos días antes del 11-S una lamentable homilía en la catedral de su diócesis de Solsona (erigida a petición de Felipe II de España). En ella, según monseñor Novell, la Virgen María, «nacida en un país ocupado y oprimido, sabe bien lo que significan las esteladas». Curiosamente, esa homilía no apareció en la web de Obispado de Solsona y un sacerdote perito en medios de comunicación estaba convencido de que se había conocido en Roma y allí había sentado «como un tiro».

Este año, fuese por convicción o fuese por orden, el obispo Novell se pronunció contra el deseo de los separatistas más agrestes de que las iglesias catalanas tocasen las campanas este 11-S como medida de reivindicatoria. Hace unos días, la banda de la porra de los separatistas le montó una pitada al obispo por haber disentido del dogma catalanista. Bueno, así sabe en su carne lo que sufren otros catalanes no separatistas.

Es en estos momentos cuando conviene recordar que la Conferencia Episcopal Española aprobó en septiembre de 2002 su instrucción pastoral Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias, en la que condenó no solamente el terrorismo, también el nacionalismo independentista sin causa justa:

La pretensión de que a toda nación, por el hecho de serlo, le corresponda el derecho de constituirse en Estado, ignorando las múltiples relaciones históricamente establecidas entre los pueblos y sometiendo los derechos de las personas a proyectos nacionales o estatales impuestos de una u otra manera por la fuerza, dan lugar a un nacionalismo totalitario, que es incompatible con la doctrina católica.
España es fruto de uno de estos complejos procesos históricos. Poner en peligro la convivencia de los españoles, negando unilateralmente la soberanía de España, sin valorar las graves consecuencias que esta negación podría acarrear, no sería prudente ni moralmente aceptable.

(También es interesante saber que a Jordi Pujol, seguidor en teología de ese error que es el personalismo de Mounier, no le gustaba ni pizca Juan Pablo II.)

¿PUEDEN PARTICIPAR LOS OBISPOS EN UN PROCESO BASADO EN EL ODIO?

El bloguero Carlos Ruiz Miguel plantea un asunto de interés para los católicos:

¿Cómo pueden los pastores encargados de velar por la «verdad» y el «amor» en «Dios» avalar un proceso basado en la «mentira» y el «odio» ajeno a Dios?
De lo que ocurra, Dios pedirá cuentas a muchos. Pero, sin duda, a los que más, será a los pastores de la Iglesia Católica en Cataluña.

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Autor

Pedro F. Barbadillo

Es un intelectual que desde siempre ha querido formar parte del mundo de la comunicación y a él ha dedicado su vida profesional y parte de su vida privada.

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