La Marea de Pérez Henares

El peor horizonte: Cataluña

La secesión de Cataluña es el nubarrón más amenazador y preocupante de las variadas tormentas bajo las que vivimos los españoles. El peor de nuestros horizontes sin duda. Porque si en la cuestión económica algunos síntomas esperanzadores son cada vez más evidentes y los claros empiezan a asomarse en lontananza y del cenagal de corrupciones emergerá, a la fuerza y del ramal de la justicia y el clamor de las gentes, una cierta catarsis política, el asunto catalán, no hace sino envenenarse y concretarse en la peor amenaza sobre nuestro inmediato futuro.
Porque de nada sirve el pretender llamarse a engaño sobre unas intenciones descarnadamente expuestas aunque haya muchos, perseverando en un error mantenido durante lustros, que siguen cayendo en el supino error de suponerlas fintas y búsqueda de componendas. Esto es exactamente lo que parece y a ello estamos abocados a enfrentarnos en la próxima esquina. El órdago está sobre la mesa y es juego-partida.

Habrá tiempo, y será tan necesario como obligatorio, de diseccionar causas, responsabilidades, argumentos, mentiras, memorias y traiciones flagrantes. Pero hoy quizás y como prólogo, lo que me parece esencial es que asumamos, de unas vez por todas, sin paños calientes y sin autoengaños suicidas, ante lo que estamos. Una inminente hoja de ruta que conduce a que Cataluña se separe de España y que nuestra Nación se rompa. Así de simple y así de claro. Sin darle más vueltas. Eso es lo que pretenden , eso es por lo que el nacionalismo catalán está dispuesto a llegar hasta el final y para lo que han trabajado por etapas a lo largo de todos estos años. Que se nos caiga la venda: No han buscado el encajarse y compartir España, sino los instrumentos para caminar exactamente en dirección contraria y crear las bases emocionales para conseguirlo. Y los diferentes gobiernos de España, los partidos mayoritarios, en su enconada y ciega lucha por el poder, no han hecho otra cosa que alimentarlos, llegando en el caso de Zapatero, con Maragall y Montilla como “adelantados”, a la complicidad, la sumisión y la entrega de principios y resortes esenciales que ahora colocan al Estado en una situación de debilidad y hasta casi de indefensión extremas. La connivencia, en la que no deja de seguir establecida, del conjunto de la izquierda española con el separatismo es uno de los más inauditos y pasmosos pasajes de nuestra reciente historia. Esa actitud, que ayer mismo demostró seguir latente, supone un añadido y una rémora determinante que imposibilita una respuesta que para poder tener alguna eficacia tiene como premisa esencial la de ser unitaria. Y ello no deja de ser sorprendente aunque solo fuera porque para la izquierda española, la deriva de Cataluña y ya no digamos su separación, supondría, hasta electoralmente, simplemente su suicidio.

Desgranar todos estos aspectos va a ser en el próximo futuro la diaria, y hasta obsesiva, tarea. No tengo de ello la menor duda y si todos los temores. Como ha de serlo desde ya la exigencia al Gobierno de España de un mensaje claro a los ciudadanos españoles, de un relato, que ahora se dice, un discurso y unas bases diáfanas y claras, como las tienen los separatistas, de posición, de principios y de respuesta. No puede quedarse en un mantra de “dialogo”, en una emboscada actitud agazapada. La callada no es ahora en absoluto prudencia sino una insensato avestrucismo y dejar sin argumento ni asidero al conjunto de la sociedad española que necesita imperiosamente de firmeza, principios y argumentos. Y es obligación imprescindible del Gobierno de España el darselos de manera inmediata e inequívoca. No es de recibo, sino una total dejación de sus funciones, que la voz más clara, sin dejar de ser serena, sea la de un Albert Ribera que parece el único en saber cual es su sitio y establecer con toda nitidez fundamentos, razones y limites. “La separación de España no es negociable”.

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Autor

Antonio Pérez Henares

Ejerce el periodismo desde los 18 años, cuando se incorporó al diario Pueblo. Ha trabajado después en publicaciones como Mundo Obrero, Tiempo, El Globo o medios radiofónicos como la cadena SER. En 1989 entró al equipo directivo del semanario Tribuna, del que fue director entre 1996 y 1999. De 2000 a 2007 coordinó las ediciones especiales del diario La Razón, de donde pasó al grupo Negocio, que dirigió hasta enero de 2012. Tras ello pasó a ocupar el puesto de director de publicaciones de PROMECAL, editora de más de una docena de periódicos autonómicos de Castilla y León y Castilla-La Mancha.

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