La Marea de Pérez Henares

Madrid Corte, cocidito con todos los garbanzos en ebullición

El cocido madrileño entró ayer en plena ebullición. No fue nunca la Villa más Corte. Venía calentándose el caldo del puchero desde la apertura del año judicial con el Rey torpòn de cuerpo y cabeza. Después los síntomas de su recaída se fueron haciendo evidentes. Su recuperación iba hacía atrás y a pesar de su esfuerzo el deterioro en su movilidad era creciente. El jueves comenzó el rumor y el viernes se desató, para acabar confirmándose que debía someterse a una nueva operación y viajar para ello a Estados Unidos, aunque finalmente será en Madrid pero si a cargo del prestigioso doctor español, Miguel Cabanela, especialista en ortopedia de la Clínica Mayo.

A media tarde del viernes todos los garbancitos madrileños decían estar en el secreto. Abdicación temporal y regencia del Príncipe. No hubo finalmente tal. Fue desmentida tajantemente por Rafael Spottorno, Jefe de la Casa, “El Rey no se ha planteado en ningún momento la abdicación” Pero la hipótesis sigue en el aire. Dos citas trascendentales de por medio. La Cumbre Iberoamericana en Panamá y el 12 de Octubre, Fiesta Nacional. Costa el empeño del Rey en querer acudir, pero todo indica que no podrá ser . Y el relevo, que en el caso de la Corona, se llama abdicar, vuelve a revolar sobre España.

Los tiempos planificados pueden trastocarse obligados por las circunstancias. La Institución, dañada en su prestigio desde Bostwana a Urdangarin, tiene hoy en Don Felipe su mejor y menos salpicado valedor. Más aun desde Buenos Aires y los Juegos fallidos por como se comportó, por lo que dijo y como lo dijo, por como nos representó.
Sin duda, y es opinión bien conformada, aguantar a que el asunto quede judicialmente resuelto sería más conveniente para hacer el movimiento y que la nueva etapa comenzara con el asunto ya zanjado, aunque nadie pueda impedir el daño causado. Pero aunque sea un Rey el hombre que lo propone puede haber fuerzas superiores, en este caso la salud, que otras dispongan. Lo que el futuro va a ir disponiendo sobre ello es ya hoy uno de los puntos esenciales de las preocupaciones de los españoles. A favor y en contra. Por si no teníamos bastante con lo que llenar portadas y abrir telediarios.

La semana nos dejó otra imagen impactante, la que ha colocado a Luis Barcenas en su sitio, el módulo de presos preventivos, de donde por ahora no va a salir, de la cárcel de Soto del Real. Durante meses en la retina colectiva el ex tesorero del PP aparecía como alguien todopoderoso, capaz de derribar un gobierno y tumbar un presidente. Un dedo despectivo y unos altavoces mediáticos, orquestados a su conveniencia, que señalaban amenazantes. Desde esas imágenes carcelarias ese icono ya se asume de muy diferente manera. Porque el dedo de la Justicia, algo que parece haberse olvidado, también, y de manera preferente, a quien señala es a él. Dicho sin perjuicio que sus señalamientos tienen y van a tener al Partido Popular y al Gobierno con una llaga sangrante y abierta por la que sigue perdiendo sangre a chorros.

Lo saben y lo sabe la oposición, que encuentra ahí la muralla rasgada por la que derruir el castillo del poder. Es lógico que lo explote y que insista en el ataque. Sería inaudito el no hacerlo. Pero tanto concentra en ese punto su asalto que parece olvidar cualquier otro. La ofensiva se circunscribe, casi se obsesiona, de manera tan única y exclusiva al “Caso Barcenas” que puede conducir al fracaso. Porque el pantanal de la corrupción no es sólo cosa del PP ni de Barcenas, porque en el cenagal chapotean todas las siglas y las de los atacantes también. El agrio debate entre las dos Sorayas lo escenificó. Y algo peor, que ha calado hasta los huesos en las gentes: el doble rasero y la paja en el ojo ajeno. La corrupción del “otro” es de pecado mortal y la propia un pecadillo venial de dos avemarías como mucho. Y el personal en lo que está es que había que mandar sin remisión a todos al infierno.

Porque si la llaga de los unos es Gurtell-Barcenas, la de los otros es de los Eres y la de los sindicatos el langostino. Pero si eso les preocupa a unos y a otros, lo de Cataluña preocupa a España. El separatismo cree tener ya la secesión en la mano. Ha empapado a la sociedad catalana y busca que el sentimiento emocional- aunque se base en la más burda mentira-arrumbe con la razón y se precipite en la independencia. Ante ello la Constitución parece inerme, el Estado impotente y la Ley inútil. Al discurso separatista no se confronta el del derecho de todos a decidir lo que a todos afecta, no se enarbola el relato de los ciudadanos españoles soberanos en todo lo que como tales les atañe, no se hacen añicos las mentiras que se esgrimen, no se da replica a los presuntos agravios, no se combate en suma con la potencia de las ideas, de la democracia, de la verdad. Menos aún, cuando en la izquierda la confusión es tan total que unos parecen haberse pasado sin más a los postulados nacionalistas y los otros no saben ni por que orilla andan ni porque río navegan. Porque si alguien pretende entender que demonios es lo que dice o quiere el PSC corre un riesgo serio de enajenación mental. Que parece contagiada al PSOE y de manera aún más notable al magma zapateril de sus voceros mediáticos que creen que su ADN izquierdista los debe poner al lado de Tarda, de Junquera o de Más antes que en el de los derechos constitucionales del pueblo español. Que sea Corchera la voz que mejor pueden entender sus militantes y votantes lo dice todo de la confusión reinante.

El Gobierno, y a su lado el partido que lo sustenta, al que algunos preferimos prudente antes que tonante, hace bien en cargarse de paciencia y razón. Pero muy mal en su posición silente y estatuaria. A quien debe hablar no es siquiera a Mas, es a todos nosotros, y en todos están por supuesto los catalanes. No puede permanecer mudo ante el bombardeo sistemático del argumentario separatista. Debe proclamar y extender esa razón soberana de Nación. Y ya es tarde. Quizás ya sea tarde.
Esa ha sido la semana y por ahí andará la próxima. Tanto nos agobia que ahora resulta que de lo que no se escribe ni se “tertuliea” es de lo que supuestamente más debiera reclamar nuestra atención. Esa economía, esa crisis, ese paro, esa angustia colectiva. La oposición,¡que cosas! reacciona ante su mención igual que el gato escaldado con el agua, los profetas del Apocalipsis no saben como decir que no hicieron el Jeremias y en general pareciera que es cosa de poca importancia lo que ayer era el cotidiano anuncio del cataclismo. La bolsa supera con holgura ya los 9.000, la prima ya no da sustos sino alegrias, las exportaciones van como un tiro, el crecimiento lo anuncian quienes hace nada nos pronosticaban la debacle y cada vez parece más claro que las cosas no solo están cambiando sino que han cambiado ya. Negarlo sería similar a aquel Zapatero negando la crisis. Los síntomas son evidentes. Con un pero, que es más que un pero. Que es la losa y que todo lo anterior se queda en agua de borrajas. El paro.

Porque muy bien todo, aunque lo de asombrar al mundo es cosa y un estrambote de Montoro, que con salir de esta cuanto antes nos vale a los demás; muy bien esas macroeconomías pero la prueba del algodón se llama paro. Y hay casi seis millones de pruebas que manchan. Y algunos seguimos en lo que dijimos cuando este Gobierno comenzó a caminar. Esa, al final y en definitiva, será la prueba de fuego, el fiel de la balanza, independientemente de quien figure en el cartel. Me secretean, pero no acabo de creerme, que en septiembre no va mal.

(Publicado en los diarios del Grupo Promecal)

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Autor

Antonio Pérez Henares

Ejerce el periodismo desde los 18 años, cuando se incorporó al diario Pueblo. Ha trabajado después en publicaciones como Mundo Obrero, Tiempo, El Globo o medios radiofónicos como la cadena SER. En 1989 entró al equipo directivo del semanario Tribuna, del que fue director entre 1996 y 1999. De 2000 a 2007 coordinó las ediciones especiales del diario La Razón, de donde pasó al grupo Negocio, que dirigió hasta enero de 2012. Tras ello pasó a ocupar el puesto de director de publicaciones de PROMECAL, editora de más de una docena de periódicos autonómicos de Castilla y León y Castilla-La Mancha.

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