La Marea de Pérez Henares

La conjura del Goya

El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, en crecida en las encuestas y en la cada vez mayor respuesta a su mensaje, utilizó el termino “conjura, con evocaciones un tanto decimonónicas, de aquellos “liberalotes” de Cadiz y la Constitución de 1812, para lograr el compromiso con quienes abarrotaron el madrileño teatro madrileño Goya en la difusión de los valores que proclamó en la puesta de largo de “Movimiento Ciudadano”.
Uno, que a estas alturas y como viejo gato escaldado no está ya para militancias ni fe ciega en nada, pero que ha puesto su firma de esperanza y apoyó a la iniciativa, se sorprendía de la ilusión que en los jóvenes, muy visibles, despertaban esos conceptos recuperados como libertad, democracia, igualdad, constitución, solidaridad y unidad de España, (que hasta sonaba extraño oír llamar a nuestra nación por su nombre) tan sobados y manipulados, pero que hoy tienen, quizás mas que nunca desde hace ya lustros, particular vigencia y necesidad de ser puestos en valor como piedras angulares de nuestra convivencia.

Las generaciones que alumbraron la transición tienen en su ADN impreso el significado y la hondura de esas ideas por las que lucharon. Pero es evidente que tanto ellos como esa consideración de ciudadanos iguales al margen de tribus y privilegios territoriales, con mirada de futuro y lejos de cainismos sectarios de “rojos y azules”, es urgente y necesario que vuelvan a ser colocados en el frontispicio de los valores esenciales de quienes ni vivieron por fortuna de donde se partía, una dictadura, y han acabado por percibirlas como una formulación retórica y hasta vacía de contenido. Esas gentes para quienes la propia expresión “Movimiento” no les trae como pudiera traer a sus padres y abuelos connotaciones antagónicas.

Lo que se ha puesto en marcha y que llegará, como bien se señala por su impulsor, donde esa propia ciudadanía empuje para que llegue no debiera ser contemplado, como ya se está haciendo como un peligro para estos o aquellos intereses ni desde ese punto de vista contemplado con aprensión y hostilidad. En primer lugar porque entiendo que tiene poco de “contra” y si de sumar a lo que crecientemente parece ser cuestionado, convivencia y Constitución, a lo básico y esencial, por supuesto que actualizable y reformable si una amplia mayoría así lo decide, de lo que es el recipiente de nuestro sistema de derechos y deberes. También de deberes. Pero además por lo que de revulsivo pueda traer para las organizaciones hoy mayoritarias que han de entender que la regeneración es una obligación ineludible e inaplazable. Por la propia cuenta que les trae.

Y es también, y por supuesto, preciso señalar que desde la independencia periodística y la honradez intelectual, el único y verdadero compromiso que puede asumirse es el de observar y hasta incluso alentar la iniciativa, sin por ello hacer dejación del espíritu crítico o que se suponga, como nuestra inveterada malformación parece llevarnos, que estar con uno es estar contra otro, cuando lo que se desea es poder estar con lo que de bueno y positivo puedan aportar todos.

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Autor

Antonio Pérez Henares

Ejerce el periodismo desde los 18 años, cuando se incorporó al diario Pueblo. Ha trabajado después en publicaciones como Mundo Obrero, Tiempo, El Globo o medios radiofónicos como la cadena SER. En 1989 entró al equipo directivo del semanario Tribuna, del que fue director entre 1996 y 1999. De 2000 a 2007 coordinó las ediciones especiales del diario La Razón, de donde pasó al grupo Negocio, que dirigió hasta enero de 2012. Tras ello pasó a ocupar el puesto de director de publicaciones de PROMECAL, editora de más de una docena de periódicos autonómicos de Castilla y León y Castilla-La Mancha.

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