Hablar bien de Rajoy es una temeridad. Lo sé. En la bitácora de todo columnista deben figurar, destacados, un ramillete de estacazos y una muestra de ingeniosos e hirientes epítetos, contra el presidente del Gobierno. Primero por el cargo y en este caso, y como pimienta, por Mariano. Pero ya ven. No comparto la extensa e intensa marabunta. A mi, ya lo he dicho en alguna ocasión, es un tipo que me cae bien. No en plan baboso, ni fan, ni siquiera partidario sino de manera muy normalita, tranquila y con muchos ribetes críticos. Pero si, me cae bien.
Lo primero porque no es un “voceras” en este país de tonantes y vocingleros que lo van arreglando todo en dos”patás”, que suponen que ellos tienen ya no solo la verdad absoluta sino el remedio inmediato y para los que los demás, que son todos, exceptuando ellos, unos inútiles, amen de corruptos, sádicos sociales,vagos, tontos y todos los calificativos que la barra libre y la intoxicación ideológica den de sí.
Lo segundo que me inclina a las simpatías viene por el pelaje de quienes le llevan degollando durante décadas y le han escrito ya no menos de una docena de obituarios. Es comprensible la zurra desde posiciones partidistas adversas, va sin casi en el manual, y más en España donde el cainismo político alcanza cuotas incandescentes, pero no deja de ser sorprendente que la inquina y el odio africano provengan de quienes, presuntamente, comparten ciertas posiciones y principios comunes. Un sector de la derecha, de la derecha que se considera mas derecha, no se si una, grande y libre o liberal de pata negra, tiene en el odio a Rajoy una de sus señas de identidad prioritarias. Y ya no digamos sus adelantados mediáticos. Solo les falta el vudu. Si es que ya no lo han probado.
Estuve hace unos días con él, nada de presumir de cercanía o confidencialidad, porque era uno más del regimiento al que invitó a la copa de Navidad en Moncloa, y la charla sirvió para reafirmarme en mis impresiones. Se habló, claro, del intento separatista catalán, y el Presidente, tranquilo y tranquilizador, iba departiendo por los corrillos con un mensaje que a mi me parece el correcto, por su templanza y su firmeza. Que no tienen porque ir separadas. En realidad lo que suele ser antagónico, aunque se crea lo contrario, es el vocerío y la decisión, la bravuconeria y el aguante. Y Mariano dice que el aguanta. Y nos recordaba la Navidad pasada y el “rescate” que era como mucho para pasado mañana y que aguantó. Y trasmitía que ni puede, ni quiere, ni tienen la más mínima intención de pastelear nada sobre la unidad de España y la soberanía conjunta del pueblo español sobre todo lo que atañe. Ah, y que no hace falta ir pegando gritos para decirlo, que está claro y que bien claro lo ha dicho, que para lo de a ver quien la echa más gorda, que para eso no cuenten con el, que no es su estilo y que si hay algunos, que me da que es un tal Artur Más, que ya andan vendiendo reliquias de su propio martirio y trozos de su lignum crucis, que ese su teatro y su tramoya y el no va a ayudarles en su pantomima. Dice Rajoy que el referendum contra la democracia y la soberanía del pueblo español no va a celebrarse. Y que si, que cuando toque, sin alharacas y sin pegar berridos, desde luego que hay quien va a evitarlo con la ley y la Constitución en la mano. Que como Presidente del Gobierno de España es lo que le toca. Cuando toque. Pero que calma, tiempo la tiempo y que tranquilos.
Y yo, la verdad, salí un poco más tranquilo de Moncloa. No mucho, porque está la cosa y no solo Cataluña, no se si saben que andamos por los seis millones de parados, como para ponerse de los nervios. Pero en lo que respecta a Cataluña creo que Rajoy está haciendo lo que debe, primero, y lo segundo, que lo está haciendo como debe hacerlo. Y ahora me apedrean si les da la gana,por hablar bien, aunque sea por esto y por una vez, del Presidente.