La Marea de Pérez Henares

2014: el año decisivo

En tres días estamos en él y lo que en sus 365 suceda va a marcarnos decisiva y hasta definitivamente. Dos incógnitas esenciales van a despejarse y ambas trascendentales. Si salimos o no de está agónica que hace ya seis años que nos atenaza y nos angustia y si España sigue siéndolo. Menos importante pero resultante sin duda de cómo se resuelva lo anterior serán luego las decisiones electorales que alumbraran mapa y poder político. Eso ya en el quince, con el aperitivo europeo del próximo año, pero directa conclusión de lo que en este inmediato devenir alumbre.

La economía va a llamarse, nunca ha dejado de hacerlo pero ahora más que nunca, paro o empleo. Lo que el Rey dijo en su discurso es lo que en todas las mesas navideñas, en todos los brindis en los bares y en todas las conversaciones se constata: la prueba del algodón, lo que va a marcar el éxito o el aún mayor hundimiento en la desesperanza y la depresión colectiva y personal es si esos cerca de seis millones de españoles sin trabajo comienzan a encontrarlo. Ese es el fiel de la balanza. Lo demás no dejan de ser cifras. La prima de riesgo, la bolsa, el bono, el déficit, los datos macros han pasado, y para bien, a ser eso, cifras que, hay que decir que por fortuna y a mejor, han dejado de ser referencia clave para el común de las gentes. Lo que queda, la asignatura de la que depende el futuro es el trabajo, el poder acceder a lo que hubo quien suponía castigo divino pero que hoy es la máxima aspiración humana. Lo demás, aún valorando su necesidad previa, no importa apenas nada si en ello se suspende.

Que fluya el crédito, que se cree riqueza, que comience a activarse el consumo, que se recupere la confianza son condiciones y consecuencias adheridas y aún más lo serán los discursos y ya no digo las promesas. Se acabo el tiempo de las luces al final del túnel. O se sale y los de a pie se sienten en la vía, o todo se agostará como aquellos innombrables “brotes verdes” de infausto recuerdo. Ya no sirve otra cosa que los hechos, palpables, contantes y sonantes. Si los hay quizás, aunque ni siquiera eso puede servirle si no son concluyentes y hasta aunque lo sean, algunas cosas podrán ser perdonadas e incluso hasta reconocidas. Lo contrario será una tumba política que ríete tú de la de Zapatero.

La otra cuestión quien sabe si aún más explosiva y telurica, será el intento de secesión de Cataluña y de violación de la soberanía de todo el pueblo español, la destrucción de la norma esencial de libertad , ley y convivencia, de la Constitución que un día nos dimos. Y derivado de ello la ruptura de nuestra Nación tal y como desde hace más de quinientos años la hemos concebido. Que quienes lo pretenden van a intentar llegar hasta el final de ello no tengo, y es estúpido autoengañarse, no tengo duda alguna. De cómo sea la respuesta del conjunto de la ciudadanía, de sus fuerzas políticas que mayoritariamente la representan , de su unidad ante el desafío, de cómo aplicar el estado de derecho y hacer cumplir la ley a quienes pretenden conculcarla es lo que va a decidir al final el resultado. Los precipicios se abren a un lado y otro del camino y el abismo final no está en absoluto descartado. Más que nunca la prudencia ha de ir indisolublemente cosida a la firmeza y a la toma de decisiones que se harán en un momento inevitables.

Pero además de todo ello, angustia económica y amenaza separatista, se representan en un escenario al que se le están desplomando la tramoya y los pilares mismos que lo sustentan. El desprestigio, el descrédito galopante de las instituciones de la democracia, de todas y cada una, sin que se salven ni Corona, ni sindicatos, ni judicatura, ni partidos, añade en este sentido el peor de los pronósticos. Porque en ello parece no haber consciencia más que en las calles sin que quienes tienen en su mano el intentar restablecerlo, pues son los primeros responsables de haberlo provocado, parezcan, más allá de hueros discursos, darse por aludidos. Solo una profunda regeneración de todo, un impulso transformador y en positivo de reformar lo que nos anega de porquería y nos inunda de hastío, pudiera ensamblar un rumbo nuevo. Pero ello tiene una condición imprescindible, como la tuvo en la anterior y decisiva situación allá por los 70, la voluntad de alcanzar un mínimo común denominador, de renunciar a la imposición y aceptar el pactar juntos lo que nos une y vertebra en vez de pretender ahondar en lo que nos enfrenta. Y eso, a día de hoy, se antoja un imposible. Aunque uno confíe todavía en que de la necesidad se hace virtud y la necesidad es cada vez más perentoria.

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Autor

Antonio Pérez Henares

Ejerce el periodismo desde los 18 años, cuando se incorporó al diario Pueblo. Ha trabajado después en publicaciones como Mundo Obrero, Tiempo, El Globo o medios radiofónicos como la cadena SER. En 1989 entró al equipo directivo del semanario Tribuna, del que fue director entre 1996 y 1999. De 2000 a 2007 coordinó las ediciones especiales del diario La Razón, de donde pasó al grupo Negocio, que dirigió hasta enero de 2012. Tras ello pasó a ocupar el puesto de director de publicaciones de PROMECAL, editora de más de una docena de periódicos autonómicos de Castilla y León y Castilla-La Mancha.

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