Bokabulario

Rosa María Artal: ¡qué bonito es matar por el Progreso!

¿15.000 muertos? No hay para tanto, hombre. Si además eran fachas y los mataron los buenos para traer el Progreso y la Libertad. (@pfbarbadillo)

Cuando hablo de Izmierda, algunos progres indignados, centrorreformistas y hasta meapilas me reprochan el palabro, porque lo consideran ofensivo, ultrajante, afrentoso y repulsivo. Qué sensibles son, ¿verdad? Aquí tenéis otro ejemplo de Izmierda: el artículo de Rosa María Artal, una de las alimentadoras del pensamiento irracional de la Izmierda, elogiando las guillotinas de la Revolución francesa. Su título ‘La Revolución Francesa apenas guillotinó a 15.000 personas’

«Un buche de odio destilado», como lo ha calificado el tuitero @Lvadler, por el que he conocido la deposición de Rosa María Artal, una periodista que empezó a ganarse las habichuelas… en la RTVE del franquismo, antes de que falleciese Su Excelencia. ¡Coñe, como Juan Luis Cebrián!

Extractos del pensamiento de Artal:

Sé que no es normal salir del periodo navideño más largo del mundo civilizado, de tres semanas completas de amor y paz, pensando en guillotinas pero es que cada cambio de cifra en el calendario suele dar por hacer balances y proyectos y, a veces, se cruzan curiosas imágenes.

Así un erudito de toda solvencia te cuenta que la Revolución Francesa apenas pasó por la cuchilla a 15.000 personas.

Mucho burgués cómplice entró en el saco de lo que Javier Krahe llama el método chic francés: «la cabeza que cae en el cesto, ojos y lengua de través».

(¡Qué graciosos los dos, el Krahe y la Artal! Como Rafael Alberti en su columna delatora A paseo, publicada en el ABC ocupado por la UGT, en la que señalaba a quién debían de secuestrar, torturar y matar los milicianos.)

Nadie es partidario de la violencia, claro que no, pero esas 15.000 cabezas encestadas cambiaron la historia de la humanidad.

(Se nota que has leído poco, Rosa María Artal, porque los primates de la Izmierda, desde Lenin a Largo Caballero, pasando por Stalin, Allende, Toni Negri, Pasionaria y Fidel, han elogiado la violencia y la matanza, incluso la necesidad del exterminio de las clases reaccionarias.)

Muchos años sin engrasar las guillotinas las desajustan.

(Propósito para el año recién comenzado: ajustar las guillotinas que guardamos en el trastero.)

Sólo fueron 15.000 víctimas –siempre lamentables– en Francia las que trajeron una nueva era en las relaciones de poder social. Pobrecillos. Los renglones torcidos del hartazgo. Presentes de forma indeleble como hito, sin embargo.

(Traduzco: pobrecillos, pero se lo merecían.)

Esta situación irritante trae malas ideas –simples figuras mentales, por supuesto–, incluso en personas de natural serenas y apacibles, decididamente pacíficas. Porque mira que pensar en guillotinas después de los dulces días navideños que hemos vivido y de las esperanzadoras noticias que nos cuentan políticos y medios influyentes.

(Rosa María Artal, hinchada, no por el mazapán, sino por el sentimiento de superioridad moral de la izquierda: es pacifista, pero los que no somos como ella le hinchamos las narices y le hacemos pensar en guillotinas.)

Y para que encima parezcan menos esos muertos, la pensadora dice que la Inquisición (española, por supuesto; dudo de que sepa que la Inquisición se funda en Francia para reprimir a los cátaros y que también las hubo protestantes, anglicanas, luteranas…) mato a más y que esos muertos eran muertos buenos, porque los mataban los fachas de la época y sobre todo los fachas de ayer a los que admiran los fachas de hoy. Como escribió otro pensador de odio, Eduardo Haro Tecglen (también otro que se ganó su buen dinero en la prensa franquista, elogiando a José Antonio y a Franco), «Napoleón prefiguró los fascismos europeos».

No sé de dónde saca sus informaciones la tal Artal (asalariada de la RTVE franquista) pero una cosa es la guillotina y otra lo que había alrededor de ella. Los revolucionarios franceses asesinaron a docenas de miles de personas sólo en Francia; incluso, como los comunistas de todo país y los nacional-socialistas alemanes, se mataron entre ellos. A los guillotinados -algunos de ellos progresistas, como Robespierre y Danton-, hay que unir los ahorcados («¡al farol!»), los degollados, los acuchillados, los despedazados, los fusilados, los ahogados… Sólo en La Vendée, región refractaria al Progreso, hubo unos 120.000 muertos. Luego hay que añadir las guerras de la Revolución, que llevaron la guillotina por toda Europa.

Como veis, así son los acólitos la Izmierda: «matar está bien si se hace por MI causa, que es la única justa, laica y beneficiosa para la humanidad». Y encima es que no pueden ocultar sus ganas de manejar la guillotina o la bomba. Nunca piensan que son sus cabezas las que pueden acabar bajo la cuchilla.

Luego Rosa María Artal se sorprende y se enfada cuando las víctimas señaladas para ser inmoladas en el altar del Progreso se revuelven y pagan a la Izmierda con su moneda. Por ejemplo, en la Finlandia de 1920, la España de 1936 o el Chile de 1973.

El otro día leí un pensamiento de verdad, no de los de Rosa María Artal, que parecen extraídos de las citas del Calendario del Buen Revolucionario: la noción de clase social es responsable de más muertes que incluso la de raza. Y es verdad.

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Autor

Pedro F. Barbadillo

Es un intelectual que desde siempre ha querido formar parte del mundo de la comunicación y a él ha dedicado su vida profesional y parte de su vida privada.

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