Antoni Puigverd recuerda al recientemente fallecido editor y escritor Josep Maria Castellet en La Vanguardia:
Castellet no habría resistido ni una genuflexión. Era cariñoso y deferente, pero se alejaba espontáneamente de las reverencias. Huía por naturaleza del papel de mandarín, que algunos le atribuían. Una cosa es ser un gran crítico y otra ser un pentarca como, por ejemplo, Eugeni d’Ors. Castellet sabia leer y nos enseñó a hacerlo en La hora del lector. Pero no le gustaba ejercer de maestro. Tampoco le gustaba discursear. Hablando en público, siempre vacilaba ligeramente, al empezar. No tenía dudas sobre lo que quería decir; dudaba de su posición magistral.