Este martes, 14 de enero de 2014, Antonio Gala publica en El Mundo una columna titulada ‘En voz baja’, en la que arranca diciendo:
Quiero escribirlo en voz muy baja porque no me gustan las estridencias ni las batallas campales. Es decir, no soy Mas, ni menos, ni Arantza Zulueta. Cuando Córdoba era capital de la Bética, todo su Norte era realquilados con derecho a cocina. Cuando Córdoba fue capital del Califato, Europa se miraba en ella: no por eso ha empleado frases altivas.
Añade Gala que:
Un dueño de gasolinera, por Despeñaperros, me dijo: «Desengáñese, don Antonio: de Despeñaperros p’arriba, to eh Alemania». Es imprescindible mirar hacia otro lado: que a San Sebastián le den el título de Capital Cultural para tranquilizarlo; que Barcelona, más que Gerona, Lérida y Tarragona, alce el galillo; que Macia hable, en el buen sentido, de la «baba catalana»; que una comedia inédita mía -Las tres camas de España- se refiera a las de Petronila de Aragón, Berenguela de León e Isabel de Castilla para polvos finales…
Y concluye:
La Historia no puede improvisarse ni inventarse, por mucho que queramos al sitio en que nacimos: se hace y se vive. Nunca lo histórico es producto de avaricias ni guerras, sino de la sabiduría y del amor, es decir, de lo único que dura. Y de sus consecuencias hablo.
