Este sábado 25 enero 2014 Salvador Sostres titula su columna en El Mundo ‘El presidente convergente’:
«Las dos grandes obsesiones de Convergència, casi como un fetichismo, han sido La Vanguardia y el Barça. Jordi Pujol, durante buena parte de los 23 años de presidencia, se quejó siempre de que las dos únicas personas que no se le ponían al teléfono cuando quería eran Juan Tapia, entonces director del diario del conde de Godó, y José Luis Núñez, que fue durante casi el mismo tiempo (22 años) presidente del Barcelona.»
Añade:
«Con David Madí, mano derecha de Artur Mas hasta que llegó a presidente, Convergència aprendió a ganar como el Barça con Cruyff. […] Madí me advirtió un día: «Salvador, no te equivoques. Laporta es uno que piensa como nosotros, pero el nuestro es Rosell». Con la nueva dirección de Màrius Carol, La Vanguardia vuelve a ser de su editor; y Convergència, por no perder también el control del Barça, le habría sugerido a Rosell que dimitiera para que una Junta Directiva afín –afín al partido, claro– mantuviera el poder. De ahí la precipitación del ya expresidente a la hora de marcharse, para evitar que las pesquisas del juez revelaran datos incompatibles con que el resto de la Junta pudiera ni siquiera plantearse continuar.»
Y concluye:
«A cambio le habrían prometido a Rosell cobertura económica en caso de tener que avalar con su patrimonio personal los 40 millones de euros presuntamente distraídos en los contratos de Neymar y de su padre. La estrategia es que el vicepresidente Carles Vilarrubí, otro hombre de Convergència de toda la vida, vaya tomando protagonismo durante estos dos años y que en 2016 sea el candidato continuista. No continuista de Rosell sino del control convergente del Barcelona.
