Este vienes, 28 de febrero de 2014, Federico Jiménez Losantos escribe en El Mundo una columna titulada ‘El céntimo prisaico’ en la que arranca diciendo:
La derogación, vía Estrasburgo, del llamado «céntimo sanitario», impuesto en vigor desde 2002, es decir, desde la boyantía aznarí a la recuperación tararí que te vi, pasando por la ruina zapaterí, muestra que hay fechorías de imposible rectificación.
Añade que:
Cobrar un céntimo por litro a los que compran combustible para emplearlo en la sanidad pública es una trola dentro de un robo, porque en el sistema fiscal español, como en el eléctrico, todo lo que se consigue va a parar a una caja común, desde la que se reparte a través de los Presupuestos del Estad
Y concluye:
Al político metido a arbitrista le resulta fácil vender una subida de impuestos camuflada de cuestación para el Domund. La diferencia es que para Cáritas, la Cruz Roja o World Vision tú das algo, lo que sea, sólo si quieres dar. Llenar el depósito, y pagar de paso el céntimo sanitario, no era una opción para el que necesitaba el coche, la furgoneta o el camión para su trabajo