La Marea de Pérez Henares

Cuando el tuerto ve menos que el ciego

El encontrarse, no ya solo a políticos sino a quienes fueron sus oráculos económicos y a sus más apasionados voceros, por los debates radiotelevisados pasando de negar empecinadamente la crisis a retorcerse ahora, ante la evidencia de cualquier dato positivo, para seguir negando el más mínimo atisbo de recuperación trae inevitablemente a la cabeza el viejo refrán de que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Aunque pienso, cada vez con mayor convicción, que en realidad hay incluso algo con peores y más deformadores resultados, el ser tuerto solo de un ojo, y en este caso, solo ver por el izquierdo.

En cualquier caso hay que reconocer ya que no la evolución, porque ellos siguen estando en la posesión tanto de la verdad como de la bondad, si la habilidad en readaptar su discurso cuando los hechos les han molido a cifras las costillas de sus predicciones de todos esos “gurus” a los que un día me atreví a calificar como los “300 profetas económicos del Apocalipsis”. Se mantuvieron impertérritos en su época de aleluyas zapateriles y no se apearon de aquel burro, a quien incluso azuzaron con su ínclito Plan E, cuyo inductor sigue dando recetas por los platós pero cuando el buen pollino se clavo en un ¡So!, decidieron mover una pestaña para decirnos que ya podíamos mentar a la bicha, la crisis, por su nombre pero que justo ya, a partir de aquel mismo instante esta se había pasado y volvía la fragancia de la rosa y el pastoreo en el verde prado.

Cuando la UE tuvo que sacarlos con lanzallamas de aquel bunker de disparate, despilfarro y desatino donde Mendez ejercía de vicepresidente nocturno y ellos de alegres compañeros, acudieron a lo que nunca falla. Se busco un nuevo malo universal causante de nuestras desgracias: le toco a la Merkel porque el presidente norteamericano, Obama, que también había sido de los que mandaron parar la locura era, dicen, que es bien poco, como más de los suyos.

Perdido el pastizal, la Moncloa y el aprendiz de brujo entregado a su vocación de contable de nubes se dispusieron a inaugurar la nueva etapa opositora donde del optimismo supino se pasó a la catástrofe inmediata. Ellos, por supuesto, nada habían tenido que ver en el siniestro total en que se encontraba el vehiculo que nos habían dejado. Fueron los días, los meses, mas de un año, del rescate, inevitable, las tinieblas exteriores, llegan mañana con la prima de riesgo como íntima compañera de cama.

No pasó, pero ellos jamás se equivocaron, ni ahora. Con no mentar la dicha prima, ahora repudiada, ni permitir que un dato les invalide su teoría queda todo arreglado. Pero algo ha tenido al menos que modularse. Ahora ya no estamos en que ya la catástrofe será, a mucho tardar, mañana pero sin embargo en ese mañana no hay ni habrá ni puede haber esperanza. Esa es la predicción y el sustento de todos los discursos. El de la Nación incluido. Hay que resistir como sea la sensación de que esto mejora o puede mejorar un poco, aunque sea una miaja.

El paro es ahora el caballo de batalla. Y es lógico y no puede ser ni haber ningún otro que lo sustituya en nuestras preocupaciones. La cifra es una tragedia continuada con millones de caras, de personas que lo sufren, cercanas, queridas en tantos casos y con quienes nos encontramos a cada paso. Pues resulta que algo parece moverse, aunque con desesperante lentitud, también en ello. Pero, por favor, que no se entere de ello Soraya Rodríguez. Que no, que le da igual, que suba o baje, que repunte o que se hunda. Ella lo que tiene que colocar es el adjetivo calificativo. Muy grueso pero que ya tiene muy sobado. Tanto que ya dice indigno y suena a que esta diciendo bonito.

Lo de la portavoz socialista no es aislado sino pauta. El disgusto en cada uno de los meses de año 2013 en que iba bajando la cifra del INEM, que fueron 8 por 4 en negativo y que acabo con global positivo, era notorio y ahora lo de febrero parece haber sentado ya como un tiro y se les nota por mucho que lo disimulen. Y lo cierto es que se la juegan.
Aunque el primero de todos que sabe que en ello le va la vida política es Rajoy. Ha comprometido su palabra y su futuro en ello. Y ya no hay más plazo ni excusa. El personal, más sensato y práctico, pero demoledor si su mínima expectativa se destroza no exige milagros pero si realidades tangibles. Pongamos, porque esto es cuestión de velocidad que no se puede disminuir el paro a una velocidad de -100 parados/hora, que sería la buena, la de crucero en carretera y nos supondría 876.000 parados menos en un año. Pongamos una velocidad “urbana”, que menos que a -50 parados/hora, 438.000 menos en un año. Esa puede ser la línea que separe el fracaso del alivio. La que suponga que las cifras alentadoras, esas del PIB, de la exportación, de la balanza por cuenta corriente, del bono y de no se cuantas cosas nos parezcan algo más que números. Ese es el fiel de la romana y lo demás gaitas.

Aunque desde luego , y eso es seguro, aunque se creciera a cien parados menos a la hora, a mis queridos profetas les parecerá todo malo, muy malo, remalo. Ellos tienen razón siempre, antes ahora y mañana. Y Revilla doctor en Harward

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Autor

Antonio Pérez Henares

Ejerce el periodismo desde los 18 años, cuando se incorporó al diario Pueblo. Ha trabajado después en publicaciones como Mundo Obrero, Tiempo, El Globo o medios radiofónicos como la cadena SER. En 1989 entró al equipo directivo del semanario Tribuna, del que fue director entre 1996 y 1999. De 2000 a 2007 coordinó las ediciones especiales del diario La Razón, de donde pasó al grupo Negocio, que dirigió hasta enero de 2012. Tras ello pasó a ocupar el puesto de director de publicaciones de PROMECAL, editora de más de una docena de periódicos autonómicos de Castilla y León y Castilla-La Mancha.

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