La Marea de Pérez Henares

La cola del «gos»

No podrá ofenderse porque la metáfora es suya. Pero espero dulcificarla utilizando la expresión catalana de “gos”, que siempre me ha gustado, en lugar de la de perro. La imagen de Más, en efecto, ha sido la de un can huyendo preventivamente con el rabo entre las piernas, cojeando y dando gañidos de dolor. Y todo ello antes siquiera de que le alcanzara la piedra que nadie le había tirado, poniéndose la venda antes que la herida. Como remate, siguiendo en la escena, y una vez que se considera a salvo y a distancia, refugiado en su caseta, es cuando el “gos” Más se vuelve hacía el lugar del que ha huido y lanza unos sonoros ladridos. Que es exactamente lo que ayer hizo no acudiendo al parlamento y saliendo luego en “su” tele. Sin que nadie le pudiera replicar, ni preguntar siquiera. Quizás se lo aconsejó Junqueras para irlo madurando aún más hasta que le de la sacudida final y lo tire del árbol.

El pueblo, el pueblo español soberano, es quien dijo ayer que No. Se lo dijo donde debía, en su residencia. Porque eso es el Parlamento que no es ni “Madrid”, ni “El hemiciclo”, sino el lugar donde reside la soberanía del pueblo expresada por las urnas. De todos lo pueblos, si quieren utilizar ese lenguaje, de España. Porque allí están todos, gallegos, vascos, asturianos, extremeños, valencianos, baleares, canarios, castellanos, andaluces y por supuesto catalanes. Y lo que le dijeron en su conjunto (299 a 47) y también los representantes catalanes (25 a 22) que por ahí No, que no se nos puede ni nos dejamos, expropiar nuestros derechos, los de todos y para apropiarselos como suyos y exclusivos, algo que es de todos. Que por todos fue pactado, votado y convertido en ley de leyes, de convivencia, libertad, democracia y estatuto de autonomía. También y más que por ninguno, por los catalanes. O sea, la Constitución.

Que no pueden consentir tal latrocinio le dijeron, con argumentos, con educación, con respeto y con cariño. Se lo dijo el presidente elegido por todos los españoles, que también lo es de los catalanes, y se lo dijo el líder del partido que puede gobernarnos mañana. Que por ahí no van a ningún lado, excepto a la frustración y al abismo, y que no se les va a tolerar ni a consentir porque ni quieren, ni deben ni siquiera pueden hacerlo. Porque eso solo lo puede hacer, en su conjunto y hablando entre todos, ese pueblo soberano, cambiando para ello sus propias normas de convivencia y juego.

Que esa es la puerta abierta y que siempre lo ha estado. Lo que compete a todos cambiémoslo entre todos. Hablémoslo entre todos, como se hizo, cuando se selló con los votos el pacto. Puede que hasta sea muy bueno hablarlo, que hasta además de necesario sea muy positivo un impulso regenerador el hacerlo, refrescar nuestra Constitución, reformarla en lo que deba reformarse, ampliando esta habitación, tirando aquella pared o creando este patio nuevo para mantener los muros maestros y gozar del mejor de los tejados bajo el que estar cubierto. ¡Claro que si!. Reafirmar los valores esenciales de libertad, convivencia e igualdad y adecuar lo que sea preciso. Por ejemplo la representatividad, la ley electoral, los partidos. Por ejemplo, la Corona y las máximas instituciones y formas del estado. Y por supuesto, la vertebración territorial. Partiendo de un principio, igualdad de derechos y deberes de todos los ciudadanos, ¿por qué no debatir y encajar los hechos territoriales diversos y diferenciales? ¿por qué no discutir formas, fondos y modelos? . Claro que se puede hacer. Y debe hacerse.

Esa fue, a mi entender, la propuesta final del debate. Ofrecida, con responsabilidad de estado tanto por el presidente Rajoy como por Rubalcaba. Y ese sería el camino lógico, racional y democrático por el que podría transitarse. El momento de la política con mayúsculas. Pero me temo que en eso ya no esta Mas, ni esta el separatismo que tan solo busca imponernos la secesión y el trágala. Pero ahí es donde ha de volver a estar la sociedad catalana. Porque ese es el punto de encuentro, porque en realidad ese es el único camino. A no ser que lo que se persiga sea el desastre.

Que va a ser, me temo, la hoja de ruta propuesta a la que no le vale
nada que no sea la confrontación y el choque, que buscan y provocan. Ese es el tigre desatado, que ya no controla ni Más ni Junqueras siquiera, aunque lo monten. Pero quizás sean los propios catalanes quienes empiecen a darse cuenta que a quien primero puede comerse el tigre, que lo primeros zarpazos y destrozos lo van a sufrir ellos mismos. Algunos, me parece que cada día más, empiezan a buscar como bajarse de esos lomos. Y nadie le pide ni que lo hagan con las orejas gachas ni con el rabo entre las piernas sino que lo hablemos entre todos.

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Autor

Antonio Pérez Henares

Ejerce el periodismo desde los 18 años, cuando se incorporó al diario Pueblo. Ha trabajado después en publicaciones como Mundo Obrero, Tiempo, El Globo o medios radiofónicos como la cadena SER. En 1989 entró al equipo directivo del semanario Tribuna, del que fue director entre 1996 y 1999. De 2000 a 2007 coordinó las ediciones especiales del diario La Razón, de donde pasó al grupo Negocio, que dirigió hasta enero de 2012. Tras ello pasó a ocupar el puesto de director de publicaciones de PROMECAL, editora de más de una docena de periódicos autonómicos de Castilla y León y Castilla-La Mancha.

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