Este 15 de abril de 2014, Eurico Campano escribe en La Gaceta una columna titulada ‘Vengo por España’ en la que arranca diciendo:
Aunque esté mal decirlo, es difícil para un periodista político, con más de veinte años de oficio, sorprenderse ya por casi nada.
Añade que:
Tuve ocasión de visitar la sede central de ‘Vox’ en la capital de España. Y mientras Santiago Abascal, su secretario General me iba enseñando las distintas dependencias y presentándome a sus colaboradores, en uno de sus despachos, encontré a una joven de apenas veinte años que tecleaba listados de nuevos militantes con fruición.
Y concluye que:
Tan enfrascada estaba en su trabajo que no pude por menos de preguntarle:
-«Y tú, ¿vienes por aquí desinteresadamente?», a lo que ella, muy seria, alzó la vista y contestó: -«Desinteresadamente no. Vengo por España». Demoledor.
En apenas unos segundos, pasó por mi mente la imagen de tantos y tantos jóvenes cachorros de otras formaciones políticas, sobradamente asentadas, cuya máxima aspiración de mayores es convertirse en algo muy parecido a la generación política que ahora gobierna España. Estatus, buen sueldo… más de lo mismo. Degradación del sistema.