El mantra de la izquierda española de que las cosas están muy mal, en lo que hay unánime acuerdo al margen de colores, pero que aún se van a poner peor, en lo que discrepan hasta los atascos del puente de mayo, está a punto de convertirse en el mejor aliado del partido del gobierno para conseguir ganar las cercanas elecciones europeas.
La negación de la evidencia de que, dentro de lo malo y a pesar de las angustias de millones de compatriotas, un cierto clima de repunte y de mejora empieza a establecerse en la sociedad española está llevando a la impresión de que para algunos dirigentes políticos y algunos mensajeros mediáticos las pocas buenas noticias les provocan sarpullidos y que vienen a preferir que prosiga el llanto y el crujir de dientes y no haya ni un rayo de esperanza con tal de tener posibilidades electorales y de recuperación del poder perdido. Puede que no sea así, pero que cada vez más lo parece empieza a golpear el estado de ánimo de una ciudadanía que no percibe las cosas en clave ideológica ni de pasión por las siglas sino que tan solo desea con ansia una salida hacia delante al margen de quienes lleven las riendas.
La contumacia en negar hasta el más leve síntoma de mejoría, de trasformar cualquier apunte positivo y hasta de suponer manipulado cualquier dato y cifra, aunque provenga de organismos ajenos al gobierno, comienza no solo a ser contestado sino a provocar un creciente rechazo hacia quienes insisten por tierra mar y aire y sin tregua en los medios ya no solo afines sino entregados a la causa sin desmayo ni realidad que los detenga. Un rechazo que se hace aún más profundo cuando se persevera en otra negación. La de cualquier error pasado y de cualquier responsabilidad en lo sucedido. Ellos siempre son estupendos y siempre han tenido la razón y la bondad de su lado. No ha sido posible escuchar siquiera un leve sombra de autocrítica. Porque al leve balbuceo de que “reconocemos nuestros errores” sucede de inmediato el negar todos y cada uno de ellos en concreto. Suponen que tiene bula e indulgencia plenaria. Por absolver ya han absuelto hasta a ZP y en dos viñetas lo recanonizan.
Pero hay síntomas que, al menos y en su propio interés, debieran preocuparles. El pasado 1º de mayo y las manifestaciones sindicales son uno de ellos. Ni siquiera ha habido guerra de cifras de asistencia. Han sido tan escuálidas que no merecía la pena discutirlas. ¿Alguna reflexión crítica al respecto por parte de los convocantes? ¿Alguna preocupación por una imagen cada vez más deteriorada e incluso enfangada por unas formas, modos y maneras que los están poniendo en solfa? Supongo que la tendrán, pero ni la hacen pública ni la asumen. Seguro que es por no dar “armas” al enemigo. Pero es que el enemigo es cada vez más toda una sociedad que les exige, como a toldo hijo de vecino, cuentas.
Este martes saldrán los datos de paro registrado y las afiliaciones a la seguridad social. Sean cuales fueren, UGT y CC.OO encontrarán el lado malo y Valeriano Gómez, el ex ministro del PSOE, nos explicará que si alguna cosa parece buena es porque nos engañan. El triunfalismo y el sacar pecho, con la que sigue cayendo, molesta y enfada pero el de andar en sesiones de mañana, tarde y noche de “cenizo” y pregonando cataclismos aún resulta más cansino y provoca más hastio.
( A través de OTR/Europa Press)