Este 6 de mayo de 2014, Moncho Alpuente escribe en Público una columna titulada ‘La importancia de llamarse Soraya‘ en la que arranca diciendo:
Llamar Sorayas a sus hijas era exponerlas simbólicamente a un futuro amargo bajo el dominio y el capricho de los hombres. La exemperatriz del Irán no era un símbolo de la emancipación femenina sino del sometimiento secular de su género. Hoy dos Sorayas ostentan puestos de responsabilidad en dos partidos enfrentados y no son precisamente modelo de sumisión.
Añade que:
Aunque la Soraya del PP había mantenido hasta ahora un perfil de discreción y comedimiento en su papel de gran visir del «sha»Mariano, acaba de liberar su genio en un duelo dialéctico y retórico.
Y concluye que:
Pero el paradigma de casticismo y chulería en la clase política es nuestra condesa descalza, nuestra lideresa fetén, nuestra impredecible e irreductible Esperanza Aguirre.