Este 9 de mayo de 2014, Maruja Torres escribe en Eldiario.es una columna titulada ‘AVE Césares y AVE María Purísima‘ en la que arranca diciendo:
Dentro de unas horas me subiré a un AVE y sentiré que lo hago sobre una radiografía de este país, hoy, después de la caída, como si entre las vías se abriera una grieta en la que aparecemos nosotros, nuestra abulia, nuestra creencia de que viajábamos a toda velocidad hacia alguna parte y no hacia parte alguna.
Añade que:
A fuer de simbólico, el AVE hasta nos representa en el extranjero: como favor que nos hacen los dictadores del Golfo permitiéndonos construírselo, y no quiero ni pensar mediante qué mejunjes.
Y concluye que:
Y además pronto viene el verano y, en el fondo, los hombres de trajes tristes parecen inspirarnos más confianza porque, hay que reconocerlo, nos meten en cintura con un par, saben de qué va esto, al fin y al cabo les viene de casta, no son arribistas, arribaron ya sus bisabuelos. Y tranquilos, que el AVE pasa deprisa por encima del país que quisimos ser y sin tocar un pelo del que verdaderamente somos.