Este 3 de junio de 2014, José Antonio Zarzalejos escribe en El Confidencial una columna titulada ‘El Rey y Sansón‘ en la que arranca diciendo:
Aunque el Rey, seguramente, está enfermo, no quiso refugiarse en sus achaques -insisto, que los tiene y serios- para así componer una pieza oratoria dimisionaria muy inteligible y contundente.
Añade que:
El Monarca pareció un nuevo Sansón: me voy yo, pero conmigo deberían irse otros muchos más. El Rey se limitó a aplicarse a sí mismo una lógica implacable de doble naturaleza: la que impone el transcurso del tiempo, por una parte, y la que dicta la comisión de errores que ya no admiten corrección, por otra.
Y concluye que:
Fue lo que una abdicación debe ser: un acto de Estado y un instrumento de saneamiento, regeneración y continuidad de la institución monárquica, tras un reinado provechoso -en muchas cosas- y ensombrecido -en otras- de casi cuarenta años.