Este domingo 8 junio 2014 Carmen Rigalt titula La última tarde que pasé contigo su Testigo impertinente en el diario El Mundo.
No todos los monárquicos son taurinos ni todos los taurinos son monárquicos, pero el miércoles lo parecía. Fue llegar Don Juan Carlos al palco Real de Las Ventas y ponerse toda la Plaza en pie como un solo hombre. Me faltaron reflejos para cronometrar la duración del aplauso y por un momento pensé que estaba en la ópera, ese templo mágico donde las ovaciones no terminan nunca.
Añade:
Se suponía que debajo de los aplausos sonaba el himno nacional, pero yo no lo oí, y mucho me temo que el Rey tampoco, pues hizo un gesto a la concurrencia señalándose el oído y mirando hacia la banda de música, lo que traducido al tuntún quería decir: «¡Hombres de poca fe, estáis pisando el himno de España!». El Monarca estaba de pie, flanqueado por Ana Botella, Cristina Cifuentes, Ignacio González y José Ignacio Wert, tan pequeñitos ellos que a su lado Don Juan Carlos parecía un buda.
Y concluye:
Terminada la ovación, el Monarca se sentó y el público volvió la cabeza al ruedo con lo que El Juli quedó a merced de un estrepitoso silencio. Comenzaba otra liturgia. En Las Ventas lo mismo se aplaude a un Rey que se pita a un toro. […] El Juli brindó su primer toro al Rey, y Talavante hizo lo propio cuando le llegó el turno.
