Este sábado 14 junio 2014 Fernando Vallespín publica en el diario El País una columna titulada Estabilidad y cambio.
Dos de las actividades más difíciles de realizar en política son el control de los tiempos —cuándo hacer o dejar de hacer algo— y el delicado ajuste entre estabilidad y cambio; o sea, promover reformas sin remover las bases sobre las que se sustentan las instituciones y transita la política “normal”.
Añade:
La política de nuestros días se ha dado la vuelta como un calcetín. Ya no puede regular por sí sola la vida de un país; ni los Estados son lo que eran, ni las ideologías tradicionales nos sirven para orientarnos en un mundo radicalmente transformado. Pero en vez de indagar en ello nos seguimos aferrando a los arquetipos, señal inequívoca de que el desconcierto y las emociones se están imponiendo. El resultado obvio es el populismo, la aparición de orates que hablan en nombre del “pueblo” y señalan al culpable de sus muchos males, siempre alguna élite perversa o un Estado opresor.
Y concluye:
Nos sobran líderes impecables a los que se les llena la boca hablando de “justicia” o del destino de patrias insatisfechas y nos faltan políticos honestos dispuestos a resolver los verdaderos problemas de la gente. Menos metafísica y más política.