Este jueves 19 junio 2014 Gabriel Albiac titula Sin paralelo su columna de opinión en el diario ABC.
Cualquier paralelo sería engañoso. La ceremonia de hoy no tiene precedente. La del año 1975 se hacía aún en la legalidad franquista. Con obstáculos formales, que ni siquiera la sutileza de Fernández Miranda podía obviar. La monarquía que Franco había instaurado no era la tradicional. Era algo a lo cual el Caudillo y los suyos bautizaron como una «monarquía del 18 de julio». A la cual la astucia del dictador buscó dotar de continuidad familiar con la precedente. Pero no de continuidad sucesoria.
Añade:
La de ahora, es la primera sucesión interna a la Constitución de 1978. Y no son necesarias alharacas escénicas, como sí lo fueron hace treinta y nueve años. Lo que tiene lugar hoy es, por primera vez, un automatismo. Constitucional. Sale un rey, entra otro, que, en realidad, es el mismo: en las monarquías constitucionales, el rey carece de entidad individual y de capacidad decisoria.
Y concluye:
Empieza ahora un tiempo, del cual poco puede aventurarse: el don de profecía es mal consejero político. Estamos en la biología normal de los Estados: permanecer a través de los que desaparecen. Y nada habría que temer de ese juego de composición y descomposición que es la vida. El temor, esta vez, es de otro orden. Y su gravedad será directamente proporcional a nuestra ceguera.
