JUAN GOYTISOLO

«Intrigas, misterios, agentes dobles, drogas, libertinaje, exotismo crean el mito de la ciudad de Tánger»

La atracción de lo vedado es un ingrediente esencial del mito tangerino creado en por el cine y la literatura

"Intrigas, misterios, agentes dobles, drogas, libertinaje, exotismo crean el mito de la ciudad de Tánger"
Juan Goytisolo.

El Estatuto Internacional de la ciudad brindaba la los creadores la posibilidad de una vida más libre y auténtica

Este sábado 5 julio 2014 Juan Goytisolo titula Tánger, Burroughs y la ‘beat generation’ su columna La cuarta página en el diario El País.

La atracción de lo vedado es un ingrediente esencial del mito tangerino creado en primer lugar por el cine y luego por la literatura. El papel clave de la ciudad en el control de la navegación por el Estrecho en los años de la Segunda Guerra mundial la convirtió conforme una frase acuñada por los corresponsales de prensa en un “nido de espías”. Los agentes nazis alojados en el hotel Rif con el beneplácito de las autoridades franquistas contendían con los británicos instalados en Gibraltar y ello dio lugar a una serie de filmes de espionaje cuyos títulos —Los misterios de Tánger, Mission à Tanger, Vol sur Tanger, Guet-apens à Tanger, etcétera— resumían los fantasmas creados por el espacio imaginario de la ciudad.

Añade:

El Tánger de estas películas tenía muy poco que ver con la realidad y se reducía a una serie de estereotipos propios del cine colonial pero contribuyó no obstante a la leyenda que atrajo a un buen puñado de escritores estadounidenses en la década de los cincuenta y comienzos de los sesenta. […] Como diría William Burroughs, “Tánger es uno de los pocos lugares que aún quedan en el mundo donde en la medida que no cometes un atraco, empleas la violencia ni asumes abiertamente una conducta antisocial puedes hacer exactamente lo que quieres. Es el santuario de la No Interferencia”. Frente a las leyes represivas que penalizaban el consumo de drogas y el “desviacionismo sexual” en la Norteamérica puritana y conservadora de la posguerra, el Estatuto Internacional tangerino brindaba la posibilidad de una vida más libre y auténtica que anhelaban los miembros de la beat generation —Allen Ginsberg, Jack Kerouac y su amigo Burroughs— y una pléyade de creadores de la talla de Paul y Jane Bowles, Francis Bacon, Truman Capote, Tennessee Williams y otras figuras menores.

Y concluye:

Cuando yo llegué en 1965 todos ellos se habían eclipsado con excepción de Bowles, pero su presencia perduraba en los anaqueles de la Librairie des Colonnes.[…] Como la totalidad de los escritores a los que antes me refiero, Burroughs se sentía a sus anchas en Tánger pero no simpatizaba en exceso con los marroquíes. Si no se creía amenazado de muerte por éstos, como Jack Kerouac durante las semanas que convivió con él, iba siempre armado bajo su proverbial impermeable oscuro y en razón de sus obsesivos vagabundeos por la Medina y la zona del puerto en busca de su dosis cotidiana de heroína era conocido como El hombre invisible de la famosa película por los asiduos del Zoco Chico. Después de hospedarse en una fonda de la calle de Los Arcos contigua a aquel y mudarse al hotel Muniria de la ciudad nueva, que acogería más tarde a todos los iconos de la beat generation, solía perderse, como una década más tarde haría yo, por el laberinto de callejuelas que se ramifica al pie de la Alcazaba y sentarse en la terraza del café Central a contemplar las idas y venidas de los cambistas, camellos, vagos y buscavidas que animaban aquel privilegiado escenario.

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