Este 7 de julio de 2014, escribe Eurico Campano en La Gaceta una columna titulada ‘El arrepentido’ en la que arranca diciendo:
Como en todo mal cuento de pícaros, aquí teníamos un socio ‘guapo’ (el conseguidor), un socio ‘listo’ (el que diseña el entramado para llevárselo crudo), un juez implacable e inasequible al desaliento al que -no me cabe duda- sólo mueve el noble afán de arrojar luz sobre unos hechos poco presentables, unas ‘manos negras’ en la sombra que tratan por todos los medios de que las tinieblas sigan envolviendo todo lo que de malvado y corrupto pudiera haber en el cuento… por tener teníamos hasta una Infanta de España.
Añade que:
Pero nos faltaba el ‘arrepentido’, ¡ay el arrepentido!. Ya saben, ése que está ‘pringao’ como el que más pero que un día se da un golpe en la cabeza y va y lo cuenta todo.
Y concluye que:
Castro podrá al final justificar que no le pudo hincar el diente a la pieza más codiciada.