Este Papa que vive como un simple sacerdote

Coherencia

Coherencia
Francisco, en la misa de Molise

La coherencia debería ser uno de los valores imprescindibles de los líderes, políticos o de lo que sea, pero es uno de los más escasos y de los menos practicados.

Son tantos los intereses, las deudas pendientes, los compromisos, los pactos debidos que el camino más fácil para el que triunfa es olvidarse del programa y hacer lo contrario de lo prometido, disfrazándolo con excusas como la herencia recibida, la situación o la necesidad.

Hay muchos líderes hechos de marketing que giran en función del viento o que, sencillamente, tienen un precio casi siempre demasiado bajo.

Por eso contrasta más la coherencia de Francisco I, el Papa cuya elección sorprendió a todos. Su política de gestos, esa elocuencia que algunos creían que eran sólo palabras carentes de acción y de contenido, está transformando con hechos la realidad de la Iglesia.

Este Papa que vive como un simple sacerdote, que no quiere más privilegios que los que son indispensables para hacer su labor, que ha concedido más entrevistas en un año que los últimos cinco Papas en toda su existencia, es una persona coherente. Hace lo que dice y dice lo que hace. No engaña a nadie ni se deja engañar.

En los últimos meses ha auditado las finanzas del Vaticano y las ha puesto bajo control. Ha clausurado 3.000 cuentas opacas o innecesarias y ha abierto las ventanas, porque la Iglesia no debe tener nada que ocultar.

Ha cambiado con firmeza las formas de una institución que parecía haberse quedado anclada en el tiempo, pero lo ha hecho, como en otras muchas cosas, sin daño ni rencor.

Se ha acercado a los que sufren o han sufrido, como las víctimas de abusos sexuales por parte de algunos miembros del clero, ha pedido perdón humildemente por los pecados de algunos sacerdotes y por los pecados de omisión de muchos líderes de la Iglesia y ha cargado sobre sus espaldas esa responsabilidad que tenía que haber sido asumida antes. Y, sobre todo, ha prometido que no pasará ninguno más de estos graves pecados contra la humanidad.

Ha excomulgado a la mafia, tras el asesinato de un niño de tres años en un ajuste de cuentas entre familias, sabiendo que no se lo perdonarán nunca y ha buscado activamente la paz en Siria o en Gaza, de forma proactiva, tratando de comprometer a los líderes políticos.

Está luchando contra el inmovilismo interior que ralentiza y pone obstáculos al plan de reformas. Para él no vale eso de que «siempre se ha hecho así», porque entiende que sólo hay una manera de hacer las cosas y es la que se ajusta al mensaje evangélico.

Este Papa está por la coherencia de hacer real, visible, efectivo el mensaje evangélico de apostar por los que sufren, por los vulnerables, por los más desfavorecidos. Decía Gabriel Marcel que «cuando uno no vive como piensa, acaba pensando como vive». Es el caso de tantos líderes de hoy, pero no es, evidentemente, el de Francisco I. Gracias a Dios.

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