Y lo más grave es que la comunidad internacional es incapaz de hacer nada

El hombre armado frente a la paz

Estamos recordando el centenario de la Guerra del 14. Han pasado ya casi siete décadas de la última Guerra Mundial, la segunda, y algo más de la Guerra Civil española.

Son pocos los ciudadanos actuales que han «vivido» una guerra, una terrible y destructiva guerra y no se vislumbra, al menos en Europa, que pueda haber una Tercera.

Parecería que los hombres hemos aprendido que la guerra es el mayor fracaso de la política y de la convivencia y que su final nunca justifica su comienzo. Lamentablemente, no es así.

Estados Unidos, que, con la contribución de la ONU o sin ella, no ha sido capaz de resolver el conflicto de Afganistán ni el de Irak ni el de Libia, ha emprendido lo que parece una larga campaña militar en el Kurdistán irakí contra los yihadistas que marcan las casas de los cristianos y de otras minorías religiosas con una «n» para realizar una limpieza étnica.

Decenas de miles de ciudadanos huyen de sus hogares para salvar su vida, aunque perderán todo lo demás. En otros lugares de Africa, los cristianos son perseguidos como lo eran en época de los romanos y las niñas son secuestradas por grupos terroristas.

La paz parece imposible entre israelíes y palestinos, mientras los muertos se cuentan por millares.

Y Rusia es una amenaza para Ucrania y para la paz mundial. Aunque parezca lo contrario, aquí hay demasiados millones de ciudadanos que son moneda de cambio de intereses económicos, políticos, extremistas o sectarios, demasiados millones de ciudadanos cuya vida no vale nada.

Y lo más grave es que la comunidad internacional es incapaz de hacer nada para acabar con esta situación.

La caída de los regímenes comunistas supuso un alivio para todos los que vivían bajo su dictadura, pero rompió el inestable equilibrio de poderes que había entonces.

Estados Unidos ha fracasado en casi todas sus operaciones -Obama es uno de los peores presidentes de las últimas décadas- y la Rusia de Putin está emergiendo pero no es seguro de que sea para bien.

Algo tenemos que hacer. Si ustedes tienen ocasión, escuchen a la Coral Salvé de Laredo en su brillante interpretación de «L’homme armé. Misa para la paz», una espléndida creación del compositor británico Karl Jenkins, por encargo de las Armerías Reales británicas, «para celebrar el paso del «siglo más desgarrado por las guerras y más destructivo de la historia humana» y mirar hacia el futuro con la esperanza de construir un mundo mejor y más pacífico.

De momento la tarea está por empezar. La obra, impactante y fantásticamente interpretada, termina con unos versos de Alfred Tennyson:

«…tañed para expulsar lo falso, para acoger lo verdadero. Tañed para expulsar las viejas formas de sucia enfermedad. Tañed para expulsar la degradante codicia del oro. Tañed para acoger al hombre valiente y libre, de corazón grande y mano generosa. Tañed para expulsar la oscuridad de la tierra, para acoger al Cristo que ha de venir».

Hay que gritar y exigir el compromiso de los poderosos. Hasta que cambien.

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