Este 3 de septiembre de 2014, Pilar Rahola escribe en La Vanguardia una columna titulada ‘El tema‘ en la que arranca diciendo:
El tema no es otro y no dejarán que sea otro, ahora que los contrarios al proceso catalán le han hincado el diente a la Catalunya sublevada, yugular de Pujol mediante. Hay fiesta mayor en los cortijos de la España grande, y los fariseos levantan su dedo acusador, mientras sus miserias yacen tranquilas en el armario de la impunidad. En la España del todo vale y nadie dimite, resulta que Pujol es una especie de criminal de lesa humanidad, cuya maldad es tan suprema que hasta Montoro aspira a la presidencia del Tribunal de la Inquisición.
Añade que:
Es decir, al catalán, el voto, y al César Pujol, lo que le caiga. Pero sería ingenuo pensar que la caída del dios menor no hay influido en la autoestima catalana.
Y concluye que:
¿Dónde estaba la prensa, el empresariado, la sociedad civil, la oposición, los controles democráticos? Sinceramente, de lo de Pujol, me interesa mucho más saber si la bandera y la cartera vivieron su momento de incesto, porque ahí es donde fallamos como país. Si hubo un tiempo en que un hijo usaba el nombre del padre, la patria y la causa, para engordar el bolsillo, fallamos si lo callamos, y fallamos si no lo descubrimos. Y es esa culpa la que ahora nos mancha.