CHARO ZARZALEJOS

«¿Por qué nosotros les tenemos más miedo a ellos [IS] que ellos a nosotros?»

Como tenemos un mes de setiembre, en el que Cataluña va a ser y es noticia todos los días, la tentación mas inmediata es escribir de la consulta que no se va a celebrar, de la imperiosa necesidad de que Convergencia, tarde o temprano, acuda a su refundación o, cambiando de asunto, del lío «entre faldas» que se intuye en el PP de Madrid a cuenta de la candidatura para la alcaldía de la capital.

Pero el mundo es mucho más grande que nuestro pequeño microcosmo y cundo se echa un vistazo a lo que ocurre a escasas horas de avión, es imposible sustraerse, imposible escapar del escalofrío que produce el contemplar tanto sufrimiento, tanta barbarie, tanta injusticia.

Es escalofriante que un enfermo de ébola se escape del hospital para buscar comida, que centenares de niñas sean secuestradas, violadas y vendidas y supera con creces lo imaginable cuando una lee, escucha y ve las atrocidades del IS, ese Estado Islámico instalado en algunas zonas de Irak y de Siria.

Los terribles vídeos colgados por estos bárbaros estremecen. Ya han degollado, no con guillotina, sino poco a poco con una pequeña navaja, a dos periodistas americanos y en el corredor de la muerte puede estar otro británico que habla el mismo idioma de quien podría ser su asesino. Esto es lo que vemos. Los bárbaros son bárbaros pero no tontos -los malos casi nunca son tontos- y saben que con esas imágenes lanzan mensajes concretos y contundentes al mundo occidental y de manera especial a Obama.

Pero además de este horror del que han querido dejar testimonio gráfico, llevamos más de dos meses con horrores diarios. Se han producido centenares de crucifixiones, sí, crucifixiones, de aquellos cristianos que por serlo y no querer renunciar a sus creencias, los bárbaros han decidido que no merecían vivir. Lo mismo cabe decir de mujeres y niños que no pertenecen a la rama islámica por la que luchan.

Esto no se genera en dos días. El IS no siembra el terror, gana territorios y se dedica al genocidio de un día para otro. ¿Qué ocurre para que Occidente, el mundo civilizado, siempre se entere tarde?. ¿Qué argumentos se pueden esgrimir para no aunar fuerzas y todos a una intentar acabar con ellos? ¿Por qué nosotros, los occidentales les tenemos más miedo a ellos que ellos a nosotros?. A la vista está que no nos temen en absoluto.

El ministro Margallo y con él otros dirigentes europeos, ahora, después de multitud de asesinatos, de regueros de horror y violencia, de asesina chulería, ahora, llegan a la conclusión de que el Estado Islámico es una amenaza para todos. Para todos y de manera especial para España, según se desprende la estupenda crónica de Ignacio Cembrero en El Mundo en la que hace un breve pero contundente recorrido por las declaraciones de algunos responsables de la que considera «probablemente la organización terrorista más poderosa de la Historia» y que según Cembrero, «sueña con liberar Al Andalus» . Cembrero sabe de lo que habla.

Cualquiera que haya viajado a Andalucía no puede sorprenderse de las aspiraciones de estos fanáticos. Pero vergüenza deberíamos sentir si solo nos preocupa El Andalus. Los niños y mujeres irakies y sirios asesinados, violadas, maltratadas, son nuestros niños y nuestras mujeres y los crucificados son, deberían, ser nuestros crucificados. Pero aquí estamos.

Con los brazos cruzados, sin una sola manifestación en contra de la barbarie de un islamismo radical, sin una toma de decisión clara, contundente y conjunta de Europa que una vez más, ensimismada consigo misma, deja que Estados Unidos haga frente al horror. Como es un ingles el que esta en el corredor de la muerte, Cameron ha dado un paso adelante , pero ¿y los demás?.

Los demás, al cálculo político , comercial, económico como si el horror que tenemos a escasas horas de avión -el mundo es cada vez más pequeño- no fuera con nosotros. Los bárbaros del Estado Islámico, nos han cogido la medida a todos los países occidentales y por eso asesinan y lo seguirán haciendo , al menos mientras no les inspiremos el mismo miedo que ellos nos inspiran a nosotros. Así de triste es la historia.

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