La censura ha logrado ocupar portadas de periódicos

Twitter, la Diada, los aforados y ‘Podemos’: Grandes procesos, detalles miserables.

Twitter, la Diada, los aforados y 'Podemos': Grandes procesos, detalles miserables.
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Ocurre casi siempre que los grandes, complicados, procesos se resumen en titulares con detalles miserables, lo cual es algo que debe, por lo visto, acompañar a la naturaleza humana en general y al ruedo ibérico muy en particular.

Que nada menos que una embajada española en un país como Holanda prohíba la presentación allí de una novela porque su título coincide con una efeméride, la de 1714, que conmemora la Diada, no deja de ser un dislate; naturalmente, si la presentación, en el Instituto Cervantes de La Haya, a cargo de un autor que resulta ser independentista, se hubiese llevado a cabo, apenas se hubiese enterado el menos de medio centenar de personas que se preveía que asistiesen al acto.

La censura ha logrado ocupar portadas de periódicos, y no solo, ay, en Barcelona y en el resto de España.

Qué quiere usted que le diga: esta batalla de papel, que si Henry Kamen, que si Sánchez Piñol, en torno al verdadero significado, alcance y consecuencias, de lo que ocurrió en el asedio a la Ciudad Condal allá por los comienzos del siglo XVIII, me parece una sublime sandez.

O darle protagonismo al ex entrenador del Barça porque pide el referéndum secesionista puede que venda algún periódico, que lo dudo; pero hay cosas más importantes, y eso sí que no lo podemos dudar.

Como hay cosas más importantes que abrir un debate acerca de si el presidente del Gobierno ‘compra’ seguidores falsos en Twitter o no lo hace -que, naturalmente, no lo hace-.

Que el líder de la formación más emergente acuse a Rajoy de tratar, por esta vía tan poco deportiva, de mantenerse por encima de los ‘followers’ de Pablo Iglesias, me sonroja como observador de la cosa política.

De la misma manera que me causa un sentimiento entre la perplejidad y la risa la polémica que se está montando en Madrid sobre si la ex presidenta de la Comunidad y quizá candidata a no sé qué (creo que a nada), Esperanza Aguirre, cometió delito o mera falta con su ‘escapada’ de los agentes de movilidad en la Gran Vía: todo el peso del Estado judicial deliberando sesudamente acerca de la mayor o menor gravedad jurídica del hecho.

Y ya es cosa de aurora boreal el debate acerca de la cantidad de imputados que pueda o no reducir el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, siempre dispuesto a situarse en el ‘hit parade’ del disparate.

Un ‘ranking’ que esta semana, por cierto, ha tenido como ‘número uno’ esa frase del ex presidente Felipe González, asegurando, contra toda evidencia -y él, en su etapa en La Moncloa, bien que tuvo oportunidad de difundir los datos en su poder-, que «Pujol no es corrupto».

Tomo prestado el título de la novela de Milan Kundera para fijarme en que la insoportable levedad del ser que a veces aqueja a las redes sociales convierte en ‘trending topic’ todo lo citado y cosas aún más anodinas: son los tiempos que corren. Como si nada estuviera pasando, ya digo.

A mí, la verdad, me preocupan mucho más cosas como la que ha ocurrido estos días en Newport, Gales, donde la ‘cumbre’ de la OTAN ha aprobado la creación de una fuerza rápida de intervención, a la vista de cómo anda el mundo.

Y tengo para mí que a los líderes de la Alianza les preocupa mucho más el Este de Ucrania, donde ya se han producido casi tres mil muertes, que el norte de Irak, donde el salvajismo yihadista nos depara un horror nuevo cada día.

Quizá sea eso: nos refugiamos en lo banal para huir del horror, del terror y del error cotidianos que se nos imponen.

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