La Marea de Pérez Henares

En Cataluña la procesión comienza a ir por dentro

Algo está cambiando en Cataluña. Lo había estado haciendo soterradamente y ha eclosionado al tiempo que las vergüenzas del clan Pujol, que no son solo suyas, como bien sabe su “hijo político” Artur Más sino que pueden ser de los prebostes de la tribu entera de Convergencia. La evidencia, confesada en mínimos para intentar evitar los máximos, de que quien robaba no era la pérfida España sino unos señores muy concretos y propios, ha segado como un golpe de hoz de su himno, el argumento troncal de toda la sinfonía separatista. Y ello ha supuesto una indudable conmoción en una ciudadanía que aún tiene resquicios de apertura mental a pesar del brutal adoctrinamiento administrativo y mediático (que sigue en su tarea de Agitación y Propaganda) a que la han sometido. Al fin y a la postre, la mayoría de los catalanes que se habían convertido en independentistas (otra cosa son las generaciones mas jóvenes y sin memoria de otro tiempo) lo había hecho hace apenas dos viñetas y más allá del calentón emocional bastantes no lo tenían, racionalmente, nada claro.

Ese cambio, esa reflexión al menos, es lo que están cantando los sondeos de opinión de estos últimos días. Muchos catalanes se están preguntando donde los está metiendo esta gente y donde pretenden llevarlos. Y lo que ven es que, por ahora, del ramal de ERC y a lugares que pueden ser muy oscuros. Es por ello que los fervores independentistas retroceden, los argumentos comienzan a ganar peso contra las exaltaciones y los intereses y futuros empiezan a ser contado y tenidos en cuenta ante las proclamas viscerales. Que además exista cada vez una percepción más clara que cometer una ilegalidad flagrante, contra la ley de leyes votada por todos, en el verdadero derecho a decidir de todo el pueblo español soberano, no sale gratis, que supone cometer un delito, quedarse fuera no solo de la legalidad española, sino también de la europea y tener que arrostrar las consecuencias. Vamos, que no son pocos los catalanes que piensan que si Mas quiere suicidarse pues que se suicide el solo. Y que si su visión profética es entregarse inmolado a Esquerra y a unos extremismos exaltados para así dar paso a la tierra prometida de la leche y la miel, pues que se meta en el desierto pero dejen en paz a quienes no piensan ni que el Ebro nace en tierra extrañas ni es frontera de nada sino agua para todos. Agua española.

Los acontecimientos para ir propiciando esta inflexión en la tendencia se han precipitado en este último mes. Pero venían gestándose. No ha sido baladí la posición del Gobierno y Rajoy. Prudencia, nada de exabruptos ni amenazas, normalidad en los aportes económicos, que no han cesado, y firmeza total en el fondo. Porque en eso no puede moverse un gobernante de su responsabilidad última: Respetar la Constitución de su país y cumplir y hacer cumplir las leyes. También ha sido estimable la postura del Partido Socialista. Con Rubalcaba y ahora con Sánchez, dejados atrás los polvos aquellos zapateriles y maragalianos que tantos de estos lodos han traído. El joven lider del PSOE ha dejado muy claro el asunto esencial. La residencia en el pueblo español de la soberanía, el derecho a decidir de Todos y no expropiado por una parte. De ese punto de vista todo es, y entre todos discutible y votable, y el ofrece una propuesta, legítima, y con la que se puede estar o no de acuerdo. Pero dentro del marco de la convivencia y la ley.

Esa conjunción ha sido importante. También los movimientos internos en la propia Cataluña tanto dentro de CiU, desde luego en Unió, cada vez más incomoda en su papel de comparsa real y de gobierno aparente, como en los sectores constitucionalistas que han ido encontrando formas y caminos para ir haciendo llegar su mensaje a pesar de la hostilidad y censura medioambientales con que se enfrentan. La movilización incipiente pero creciente de la sociedad civil en este sentido es digna de aprecio.

Algo está cambiando. Aunque el jueves parezca que poco. La Diada será multitudinaria y parecerá exultante. Pero quizás menos. Algo menos. Porque la procesión en Cataluña empieza a ir por dentro.

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Autor

Antonio Pérez Henares

Ejerce el periodismo desde los 18 años, cuando se incorporó al diario Pueblo. Ha trabajado después en publicaciones como Mundo Obrero, Tiempo, El Globo o medios radiofónicos como la cadena SER. En 1989 entró al equipo directivo del semanario Tribuna, del que fue director entre 1996 y 1999. De 2000 a 2007 coordinó las ediciones especiales del diario La Razón, de donde pasó al grupo Negocio, que dirigió hasta enero de 2012. Tras ello pasó a ocupar el puesto de director de publicaciones de PROMECAL, editora de más de una docena de periódicos autonómicos de Castilla y León y Castilla-La Mancha.

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