Este 11 de septiembre de 2014, escribe José García Abad en elplural.com una columna titulada ‘La venganza de Botín’ en la que arranca diciendo:
«La inesperada muerte de Emilio Botín, a punto de cumplir los ochenta años pero, aparentemente en perfecto estado de salud y conservando su energía de siempre me trajo a la mente los prolegómenos de su carrera bancaria.
Su padre, Emilio Botín Sanz de Sautuola López, el gran magnate cántabro, no se lo puso fácil a Emilio Botín Sanz de Sautuola y García de los Ríos aunque fuera su primogénito. Este tuvo que hacer méritos y ganarse la confianza del padre que inicialmente exhibía algunas reticencias.
«Emilito – decían – tiene mucha voluntad y es muy trabajador pero no dispone de las condiciones y sobre todo del carisma de Don Emilio. Son atributos que no se obtienen en las facultades».
Añade que:
«Sin embargo, como en toda empresa familiar, triunfó la fuerza de la sangre y del apellido. Como en toda dinastía, la sucesión está prefigurada aunque, propiamente, la familia Botín posee solo un paquete minoritario de las acciones de la empresa.
Y como era de esperar el consejo de Administración del Banco Santander ha nombrado por unanimidad como presidenta del mismo a su hija Ana Patricia Botín. No hay otro Emilio pero sigue una Botín».
Y concluye que:
«Emilio Botín, al final de su vida ha sido un mecenas de la cultura formidable, especialmente en el estratégico terreno de la universidad, como nunca pudo soñar su padre. Ha sido su venganza secreta ante los que no creyeron en él».
