ANTONIO CASADO

«Manzano fue a Gallardón lo que Ana Botella es a «equis»»

Convencidos de que si no se gana por mayoría absoluta la alcaldía de Madrid tampoco se gana la Comunidad, los dirigentes del PP echaron mano de encuestas y descubrieron que Ana Botella, señora de Aznar y sucesora política de Ruiz Gallardón, no era la candidata ideal.

Así que hicieron todo lo posible por hacerla sentir su rechazo hasta que el recado («Váyase, señora Botella», como hubiera dicho su marido) se convirtió en un clamor sin sonido.

El resto lo puso la propia Botella, con su falta de instinto político y su dificultad para empatizar con el votante.

No es la primera vez que en el PP se muestra la puerta de salida a un alcalde de Madrid mirando las encuestas.

Le ocurrió a Alvarez del Manzano. Eso nos depara la curiosa regla de tres: Manzano fue a Gallardón lo que Ana Botella es a «equis». Queda abierto el quinielismo sobre la incógnita a despejar. Con tres nombres de salida: la jefa regional, Esperanza Aguirre, la delegada del Gobierno, Cristina Cifuentes, y la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáez de Santamaría.

Como los grandes males reclaman grandes remedios, gana terreno la hipótesis del desembarco de la «vice» en la capital de España. Aunque a ella no le hace muy feliz, sobre todo si cuenta con el «incondicional apoyo» de Cospedal, se pone a las órdenes del partido. O sea, a disposición de Rajoy.

Siempre será más seguro que ponerse a disposición de la «providencia», como hace Esperanza Aguirre cuando le preguntan si le gustaría ser alcaldesa de Madrid, que barría en las encuestas hasta hace cinco minutos. Pero cinco minutos después de su cruce con agentes de movilidad y la Policía Municipal en la Gran Vía, la cosa no pinta igual.

Su popularidad, que ella alimenta cada día labrándose la imagen de personaje incorruptible, ha sufrido un serio revés.

Predica la ejemplaridad del político en el manejo del dinero de todos pero olvida que los gobernantes y los dirigentes políticos también han de ser ejemplares en el cumplimiento de las normas: las mayores, localizadas en las leyes, especialmente en la Constitución, y las menores, como son las normas de tráfico.

Eso incluye el respeto a las personas encargadas de hacer cumplir esas normas: los jueces, sí, pero también los agentes del tráfico. Y en ese terreno patina Aguirre, que se pasa el día descalificando el trabajo de los agentes que, según ella, solo querían hacerse famosos a su costa, y el del juez que acaba de orientar el proceso indagatorio de lo ocurrido como un supuesto delito y no como una simple falta.

Nos queda la delegada, Cristina Cifuentes, sobrada de instinto político y especialmente dotada para la empatía con los ciudadanos. Su figura ha crecido con el tiempo y juega con la ventaja de no haberse postulado.

De haberlo hecho, ahora tendría más adversarios. A poco que Soraya se resista o a Rajoy le compense su continuidad en Moncloa, Cifuentes tiene todas las papeletas para ser la candidata del PP a la alcaldía de Madrid en las próximas elecciones municipales (primavera del año que viene).

 

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