Se diga lo que se quiera y se pretenda hacer como que no importa mucho, lo cierto es que hoy estamos todos mirando para Escocia. Que sí. Que ya se sabe que no es igual, ni parecido que dicen incluso, pero que ahí están votando si se independizan o no, que es lo mismo que lo que pretenden hacer los separatistas catalanes está muy claro que nos afecta y que no solo está nada lejos sino que como España eso sucede en un país de la Unión Europea. Y los separatistas nuestros y lo que no lo somos tenemos el ojo puesto en lo que salga por allí por las islas británicas. Porque todos sabemos que el resultado va a influir de alguno forma en lo que nuestros propios aconteceres.
Para decirlo por lo llano y sin andarse por las ramas: Un sí insuflaría renovados fervores entre los secesionistas, un no rebajaría muchos humos e invitaría a prudencias. No para apagón pero si un buen jarro de agua fría sobre la hoguera prendida.
No es por ello en absoluto que la aprobación de esa ley de consultas con que pretende vestirse el muñeco de so pretexto de ejercer ellos un derecho, expoliarnos todos los ciudadanos de España, vaya a tener lugar precisamente al día siguiente. En cualquier caso va a aprobarse, como en cualquier caso Junqueras y su recadero Más ya saben que el Gobierno va a impugnarla ante el Constitucional, y que el mas alto tribunal, que ya ha fallado asuntos adyacentes y el último por unanimidad plena, va anularla. Porque no hay quien o sepa, incluso los juristas de la “causa” que argumentan en contrario, que la pretensión concluca la ley de Leyes y en su primer artículo.
Pero no es ello en lo que va a influir la votación de Escocia sino en algo que tiene , aunque no sea medible jurídicamente, una gran importancia. La percepción de la gente, el estado de ánimo, el aumento de la duda o la inflamación de las certezas.
No creo que tenga ni que decirles que espero y deseo que el NO se imponga
